Lo que se le denomina la Internet de las cosas (IoT) está transformando los objetos físicos cotidianos en un ecosistema de información que cambia de manera fugaz a medida que los dispositivos se interconectan.
En la actualidad, la internet de las cosas crece como teoría y se desarrollan interesantes investigaciones sobre su aplicación en la vida cotidiana. Hoy se aplica en las casas, mercados, empresas, universidades. Se conoce que muchas industrias trabajan con robots y con automatización. Todo confluye y funciona y se conecta para hacer la vida más sencilla.
Estos resultados se alcanzan según avanza el grado de interoperabilidad entre dispositivos, equipos, configuraciones. Aquí se incluyen tres aspectos importantes: En primer lugar, que la tecnología permita a través del hardware la conexión y enlace requerido; en segundo lugar, que los datos del emisor sean compatibles con los datos del receptor y, finalmente y no por menos importante, que el significado de lo que se envía sea totalmente entendible por quien recibe.
Para esto se desarrollan estándares de todo tipo que posibilitan cada vez un mejor “entendimiento” entre cámaras fotográficas y televisores, equipos médicos entre sí, los autos con sus dueños y todos los servicios de mantenimiento asociados, los relojes con sensores y dispositivos que monitoreen tu estado de salud avisando tempranamente de cualquier alteración o emitiendo la alarma necesaria en caso necesario. Mientras corre por la calle, los sensores auriculares miden la presión cardiaca y el dispositivo envía un texto al cardiólogo e incluso puede disparar una alarma en caso en que se presente alguna dificultad.
En educación, ya existen aulas que monitorean las caras de los estudiantes y pueden llegar a conocer cuando atienden o no, cuando tienen algún problema, etc y automáticamente generen alarmas o acciones para facilitar un verdadero aprendizaje personalizado. Esto se logra de igual forma a través del seguimiento que llevan a cabo las plataformas de enseñanza online sobre el accionar de cada estudiante.
De hecho, en el Ecuador, la Universidad ECOTEC se dan los primeros pasos en el IoT. Ya prueba ¿cómo encender o controlar la seguridad de las casas a distancia?, ¿cómo poder regular, mantener una determinada temperatura en un laboratorio según el uso y cantidad de participantes?
Pero, ¿qué tan preparada esta la sociedad para gestionar el vertiginoso e incremental volumen de la información que generará, sin dudas, la IoT? Se prevé que para los próximos años el número de objetos conectados en el mundo supere los 30.000 millones, unas cuatro veces más de los existentes en los últimos años. La humanidad no está éticamente ni legalmente capacitada para asimilarlo. A través de la internet de las cosas se pueden conocer los gustos y las preferencias de la sociedad en general, de una familia y de una persona en específico. Pero, esto puede conllevar a una invasión de la privacidad.
Por esta razón, incluso a partir de los hechos ocurridos con Facebook recientemente, todas las compañías de internet realizan convenios de protección de la información con sus usuarios. Los dispositivos, sistemas y ecosistemas que van a estar alrededor de cada uno de nosotros local, regional y mundialmente tendrán que velar por la confidencialidad de los datos que nos solicitan y que estamos dispuestos a entregar.
Vivimos en un momento de cambios vertiginosos en cómo vivimos, nos comunicamos, trabajamos, aprendemos, interactuamos nosotros con las tecnologías y, a su vez, cómo se “relacionan y aprenden” ellas entre sí. ¡Esto llegó para quedarse, no lo dude!!!
Cada vez más los valores, la ética, la responsabilidad social, la supervivencia de nuestro maravilloso planeta dependen del fin, del destino que hagamos usted, yo, cada uno de nosotros, de estos maravillosos adelantos.