La VIII Cumbre de las Américas que tendrá lugar en Perú en esta semana, mantiene un legado de diálogo que durante varios años ha reunido a los estados americanos en torno a distintas temáticas de coyuntura regional. Si bien se puede identificar sus raíces en eventos tan antiguos como las Conferencias Panamericanas que iniciaron en el siglo XIX; el actual modelo de Cumbre de las Américas tuvo su origen en el año 1994, por iniciativa de EEUU, quien en dicho momento promovió como principal objetivo la creación de una zona de libre comercio de todas las Américas (ALCA), proyecto que no llegó a concretarse. Sin embargo, se continuó generando foros similares cada dos o tres años que fueron ampliando sus áreas de discusión.
Cabe destacar que únicamente desde el año 2001 este proceso de cumbres es incluido dentro del marco de la organización de Estados Americanos (OEA), lo cual buscó darle mayor legitimidad política y fortaleza institucional. Actualmente, se cuenta con un avanzado sistema que incluye una serie de unidades y grupos de trabajo. Esta estructura asegura que la discusión de los mandatarios, sea complementada con una serie de discusiones paralelas que incluyen a distintos sectores de la sociedad civil y el sector empresarial, y sobre todo que los compromisos adquiridos en distintos niveles sean monitoreados en cuanto a su implementación y resultados.
Sin embargo, a pesar de los evidentes progresos a nivel institucional, aún quedan muchas interrogantes sobre la efectividad real de las iniciativas y declaraciones de la cumbre. La década pasada vio el auge en América Latina de gobiernos con ideales autodefinidos como progresistas, alineados con la búsqueda de sistemas económicos y sociales más equitativos, y mayor independencia y soberanía frente a Estados Unidos. Por lo cual, la participación y objetivos de las ‘Cumbres de las Américas’ comenzaron a ser cuestionados en términos de si respondían verdaderamente a los intereses de sus miembros. Hoy cuando se observa que varios estados de la región han cambiado su tendencia política, y que antiguos y nuevos retos continúan afectando al continente tales como la inseguridad, la corrupción, la inestabilidad política y económica; esta reunión genera diversas expectativas.
La crisis de Venezuela, es sin duda, uno de los principales temas a tratarse en esta cumbre. Su actual mandatario, Nicolás Maduro no fue invitado, como decisión del Gobierno anfitrión apoyado por el grupo de Lima (además de Perú lo conforman Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay) y Estados Unidos. Si bien hasta hace algunos días el presidente venezolano aseguraba que asistiría aún sin invitación, en las últimas horas ha asegurado que este evento ya no es prioritario para su Gobierno. Aunque la ausencia casi asegurada de Maduro es evidencia del rechazo de varios países americanos a sus políticas nacionales, esta cumbre será una ineludible oportunidad para la región para contribuir con soluciones. Este no puede ser considerado más como un tema nacional, pues es evidente que ha trascendido fronteras, sobre todo en cuanto a la crisis humanitaria que ha obligado a miles de Venezolanos a salir de su país. Más aún en el ámbito político, este es un caso evidente en el cual se deben buscar las vías para restaurar la democracia de manera pacífica, pues de lo contrario, solo se confirmará el fraccionamiento de la región y la imposibilidad de lograr un consenso en cuanto a problemas regionales que necesitan soluciones urgentes.
La presencia del Presidente Trump genera también atención, considerando que es su primer viaje oficial a América Latina. Por un lado, su Gobierno ha informado que su participación responde al compromiso de ese país con los lazos históricos con la región y la promoción de la seguridad y la prosperidad. Claramente, Estados Unidos busca recuperar el liderazgo regional en estos temas, y sobre todo en cuanto a su apoyo en la lucha contra el narcotráfico y en el proceso de paz en Colombia, país al que visitará después de la cumbre. Sin embargo, se podría considerar que no estará libre de cuestionamientos debido a temas sensibles como la actual política migratoria estadounidense. Asimismo, un tema icónico fue la lucha por la inclusión de Cuba en las Cumbres, lo cual fue alcanzado desde el año 2015. En un inicio, esto fue considerado una muestra clara de la posición crítica de los mandatarios latinoamericanos frente al país del norte, sin embargo, en el marco del acercamiento diplomático entre los Gobiernos de Barack Obama y Raúl Castro, se visualizaba un nuevo vínculo de Estados Unidos con América Latina. Lamentablemente, continuar este proceso al parecer no es de interés para el nuevo Gobierno Estadounidense, que no ha planificado ninguna reunión bilateral con el Gobierno Cubano durante la Cumbre. Otra gran ausencia en la agenda estadounidense es el diálogo con los miembros del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Por otro lado, para Ecuador, este foro es una oportunidad importante para exponer a nivel regional su preocupación en temas como la seguridad fronteriza con Colombia. Su posición frente a la crisis venezolana, se mantiene al igual que en el anterior Gobierno, en cuanto a la no injerencia en asuntos internos de dicho país, y la necesidad de que Venezuela sea parte de la Cumbre. Sin embargo, se podría considerar cierta preocupación por dicha crisis en las declaraciones de la Canciller Espinoza quien aseguró que “la no injerencia, no quiere decir indiferencia” sugiriendo que los demás estados podrían disentir y recomendar soluciones. Considerando el protagonismo que tuvo Rafael Correa en este foro, Lenin Moreno podría aprovechar ese espacio para posicionar propuestas a los problemas regionales que afectan también a nuestro país como en el caso de la corrupción transnacional. Por otro lado, es una ocasión para reunirse bilateralmente con otros mandatarios, lo cual es logística y presupuestariamente eficiente y congruente con la política de austeridad.
Por lo expuesto, esta Cumbre trasciende su título ‘Gobernabilidad democrática frente a la corrupción’, tema de vital importancia no únicamente para su sede por los recientes acontecimientos, sino para toda la región; pero que no es la única problemática ni el único tema de interés. Este foro, más allá de sus debilidades, es una oportunidad importante para ir delineando una nueva política regional, mucho más participativa, mucho más madura e independiente de ideologías, que supere los debates alrededor de la dependencia o no frente a Estados Unidos, y se centre más bien en encontrar soluciones conjuntas a problemáticas que afectan a la toda la población del continente.