Recientemente se celebró la reunión del G-20 en Argentina, que asumió la presidencia de este grupo y que ejercerá durante este año. Esta primera cumbre es parte de las reuniones preparatorias antes de la Cumbre Presidencial del mes de noviembre, pero desde ya se vislumbra lo duro que será este año en lo que respecta al comercio internacional.
Si bien se tocaron varios temas como criptomonedas, la inserción de Argentina en el OCDE, las negociaciones comerciales entre la Unión Europea y el Mercosur, entre otros temas, lo que se llevó la atención de esta cumbre fue sin duda la “guerra comercial” que se avecina entre Estados Unidos y varios países del mundo en torno a los aranceles que desea establecer EE.UU. a los países que le vende aluminio y acero.
La administración Trump ya anunció aranceles a las importaciones de acero y aluminio, lo que ha provocado la respuesta de varios países de la Unión Europea, y del bloque como tal, así como otros países que se sentirían perjudicados con esta medida; y anuncian también represalias (en igual o mayor magnitud que las indicadas por Washington) si concreta dichas medidas; lo que traería una “guerra comercial” no vista en décadas, que conllevaría un importante contracción del comercio internacional auguran los expertos.
Pero es necesario tener dos aspectos importantes en cuenta, y que giran alrededor de la manera de actuar del Presidente Trump, la primera es que sigue fiel a su promesa de campaña de proteger a la industria americana del libre comercio que se ha llevado los puestos de trabajo de ese país a otros que son más competitivos, siendo el primer desazón la salida de Estados Unidos del acuerdo comercial Transpacífico que llevó adelante su antecesor Obama; el segundo punto es que esa es la forma de negociar “agresiva” del presidente, pues sigue el mismo modus operandi que consiste en atacar por redes sociales (señalando los perjuicios de determinada acción o actividad sobre los intereses americanos) lo que dejará entrever cuál será su siguiente “enemigo”, luego viene la declaración formal con el anuncio de las medidas que tomaría (reflejada en una guerra unilateral de tweets por parte de Trump), empiezan las los anuncios de retaliaciones por parte de los que se sienten perjudicados, se dará algún encuentro formal o informal (pasó en la reunión del G 20, donde los representantes de EE.UU. fueron los más requeridos por parte de sus similares europeos), todo sigue una estrategia “muy riesgosa” pero estrategia al fin por parte de Estados Unidos de llevarlos a su “terreno de juego” y sentarlos a negociar.
La actitud de la administración Trump, es de queminportismo ante los demás, demostrando que los demás países necesitan de Estados Unidos y no al revés. Guste o no, le ha dado resultados, están los ejemplos con las renegociaciones del acuerdo comercial con Canadá y México. Ahora bien, sin lugar a duda el desenlace no será el mejor, todo esto traerá nerviosismo a los inversores alrededor del mundo, demora en la firma de acuerdos comerciales con los países que se vea afectados por las medidas que se discuten, duras negociaciones que conllevará ceder posiciones (y no solo en lo relacionado a acero y aluminio) sino que podría perjudicar a otros sectores vinculados o no. Inicia un año difícil para el comercio internacional, sin duda, y no es dable en momentos de un importante avance en el crecimiento económico global derivado en gran medida por el intercambio comercial que realizan los países, que les ha permitido crear millones de puestos de trabajo alrededor del mundo y por tanto mejorar el nivel de vida de los ciudadanos de muchos Estados, debido al acceso de bienes y servicios más baratos, entre otros aspectos.
La administración Trump antes de ver culpables en los demás países, debería preocuparse como ser más competitivo mejorando su estructura de costos interna.