En las últimas horas ha estado entre las principales tendencias noticiosas el hecho de que Facebook esté “bajo fuego” por no proteger a sus usuarios de los investigadores y anunciantes que buscan explotar los datos personales con múltiples fines.
Quisiera en estas líneas, en primer lugar, tratar en pocas palabras lo que ha sucedido, y en segundo lugar, y tal vez lo más importante, dar mi criterio acerca de si lo que ha pasado es un hecho aislado o el reflejo de un fenómeno aún más profundo y complejo.
En breves palabras, ¿qué ha sucedido?
Como se menciona en la prensa, Facebook se encuentra en la mira de todos luego de la fuga de datos personales de más de 50 millones de usuarios en Estados Unidos. Luego de conocida sobre la fuga de datos se reportaba que la empresa había perdido un 3% de su valor en la bolsa, lo que representa más de 50 mil millones de dólares.
En el 2013, Aleksandr Kogan, un investigador ruso-americano de la consultora Cambridge Analytica, empresa creada por figuras clave de la campaña de Donald Trump pero de matriz británica, creo una aplicación informática llamada “Thisismydigitallife” (Esta es mi vida digital) para que las personas pudieran conocer su “personalidad”.
Sin embargo, según palabras de Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, dicho investigador había recibido permiso de la compañía para el empleo de datos con “fines académicos”, no políticos.
La aplicación “fue instalada por alrededor de 300 mil usuarios que compartían sus datos, así como datos de sus amigos”. Esto, en conexión con Facebook, significa acceder a decenas de millones de usuarios.
En realidad, el principal objetivo de esta App era recopilar información para crear perfiles psicológicos de los electores y trazar estrategias personalizadas para la atracción del voto en la campaña de Donald Trump en el 2016.
El miércoles pasado Mark Zuckerberg hizo declaraciones oficiales donde:
• Reconoce la responsabilidad de proteger los datos de los usuarios.
• Que se ha estado trabajando intensamente en comprender exactamente qué sucedió y cómo asegurarse de que no vuelva a suceder.
• Las acciones más importantes para evitar que eso vuelva a suceder hoy, ya se habían tomado hace varios años. En el 2014 ya se habían dado pasos en la solución del problema. Sin embargo, se cometieron errores que deben ser subsanados.
• Hubo falta de confianza entre Kogan, Cambridge Analytica y Facebook, pero también entre Facebook y sus usuarios y que esperan protección de su información.
• Se reconoce que el modelo de negocio de Facebook ha sido exitoso y que seguirá perfeccionándose.
• Anunció un conjunto de medidas que se implementarán tanto desde el punto de vista técnico, como en la relación de confianza con los usuarios.
A partir de todo esto pudiéramos plantear respecto a este caso algunas consideraciones:
• Indiscutiblemente se violaron las políticas de seguridad de la información de los usuarios. Esto permitió el uso de la misma con fines distintos al objetivo fundamental de Facebook con la gestión de comunidades y la comunicación entre ellas.
• Este hecho refleja claramente que las reglas de seguridad en el tiempo cambian y que no fueron debidamente atendidas por parte de los diseñadores de la plataforma velando por la privacidad de los datos almacenados.
• No soy especialista en comunicación y menos en publicidad para asegurar de que se ha realizado una manipulación de la opinión pública y del electorado en las elecciones presidenciales de los EEUU. Sin embargo, reconozco que, gracias a la información recopilada, empleando los algoritmos y tecnologías adecuadas, fue posible hacer campaña de voto personalizada a partir de los perfiles definidos.
¿Es esto legal o estamos en otra vuelta de la espiral publicitaria gracias a los servicios de información y las tecnologías? ¿es esto un fenómeno aislado?
Estoy totalmente convencido de que esto no es un fenómeno aislado, simplemente es el reflejo del vertiginoso proceso de convergencia de saberes y tecnologías, así como del imprescindible balance que debe existir entre tecnología – sustento legal – ciudadanía digital.
Sólo propondré una pregunta para un debate…. ¿A que llamamos información “personal”?
Tal vez podríamos responder diciendo que son mis nombres y apellidos, nombres de mis familiares, dirección, lugar de trabajo, gustos, aficiones, saldo en banco… Al navegar en internet empleando diferentes servicios, damos determinada información “personal” a la red de redes. Esta información queda bajo custodia de las plataformas que nos brindan dichos servicios bajo un determinado “acuerdo” de confidencialidad.
Sin embargo, cada día, cada minuto, cada segundo se incrementa exponencialmente el nivel de digitalización del entorno que nos rodea. Cada vez son más y más organizaciones las que reciben trazas o información nuestra acerca de: qué nos gusta comprar, a dónde nos gusta ir, qué comemos, qué películas vemos en el cine o en servicios de stream en internet, cuáles son nuestros artistas y canciones favoritas, qué enfermedades hemos padecido, qué estudiamos, cuáles son nuestras principales falencias al avanzar por los diferentes niveles educativos hasta pasar al mundo laboral, cuáles son nuestras principales competencias laborales…
Con la llegada de la Internet de las Cosas, el aprendizaje de las máquinas, el incremento de servicios y Apps en la nube, se comparte información sobre cada uno de nosotros, se registra nuestro accionar como seres sociales que somos.
Este es un fenómeno que no se detendrá, al contrario, irá tomando cada vez más velocidad y alcance.
Tal y como mencioné con anterioridad, requeriremos de un adecuado balance entre las tecnologías que irán emergiendo y convergiendo unas con otras; el soporte legal que vele por el tratamiento requerido de la información que entregamos, consciente o inconscientemente, a los diferentes entornos informatizados en que nos movemos día a día, y la ciudadanía digital, vista en ella como usted, sus amigos y yo nos comportamos en los diferentes ambientes presenciales o virtuales, sincrónicos o asincrónicos, con o sin tecnología. Los aspectos éticos, cívicos, de respeto a la legalidad, la convivencia, seguirán estando y deberán seguir así, por siempre, en el centro de la familia, las instituciones educativas, la sociedad y el mundo, si no queremos destruir nuestra humanidad.