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¿Terrorismo democrático?

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Ante la sociedad, parecería que todo está en orden. Se eligen asambleístas de todo tipo, prefectos, alcaldes, representantes a las juntas parroquiales, y hasta presidente y vicepresidente. En la mayoría de las veces han culminado su periodo, con un alto costo para todos. En otras ocasiones el electorado, que no votó por el elegido, lo defenestra del cargo. Inclusive la carta magna permite la revocación del cargo al elegido que no cumple con sus responsabilidades. Así nos pasamos la vida electoral, poniendo y sacando funcionarios públicos de los cargos de elección popular. Pero ¿dónde está el meollo? Si la democracia en Latinoamérica, para no hablar solo del Ecuador, fuera buena, deberíamos estar mejor que antes por los tantos años que la “democracia” ha sobrevivido a los golpes de estado, propios o amañados.

 

¿Quién decide realmente en nuestras democracias?

 

La verdad de la milanesa es quién decide el camino a seguir. Quién decide el futuro económico, social, ambiental y humano, que no son los famosos demócratas elegidos, sino los corruptos que usan la democracia para ostentar su poder. En otras palabras, los que deciden por todos, son lo “decididores”, en palabras de Jean-Francois Lyotard, filósofo francés que argumentó que los decididores, como los políticos y expertos, creen hablar en nombre de toda la sociedad. Pero, en realidad, solo son representantes de sus intereses personales y del grupo de poder, imponiendo su dogma y aupando a los seguidores a callar a los que opinan diferente. Esto es una forma de terrorismo, decía Lyodart. ¿Terrorismo democrático? Puede ser.

 

El tiempo pasa y en Ecuador seguimos postergando las mejoras en el bienestar y en el futuro, mientras los demócratas viven como potentados, aquí o afuera, pero gracias a la impunidad y a costa de la desatención a los vulnerables. Lo peor de todo es que el pueblo, manipulado, sigue eligiendo al mismo grupo de asambleístas, alcaldes y prefectos. ¿Por qué? Me duele la respuesta obvia, pero es la que tenemos. No sabemos vivir en democracia. No tenemos cultura de servicio y respeto, exigimos los derechos, pero no estamos dispuestos a cumplir con los deberes. No nos hacemos responsables de las decisiones que tomamos. En este entorno sociopolítico, dice un dicho popular que, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. Punto a favor del terrorismo democrático.

 

Impunidad, manipulación y el círculo que no se rompe

 

Al reflexionar sobre la historia democrática de Ecuador, del año 2000 en adelante, no queda más remedio que concordar con Lyotard. El gobierno de turno, con estrategias maquiavélicas, con astucia política, pero sin considerar las necesidades, sin solidaridad, sin justicia, con mucho desdén y odio a los que no estaban en su línea, decidió hacia dónde ir, cómo y con quién. Escogieron, no solo, gente para desempeñar altos cargos, bien remunerados, de carácter autoritario, sin apego a lo que socialmente era correcto, sino solamente por que así debía ser, porque así lo decidieron y punto. Cuando aparecía por ahí algún funcionario con pensamiento crítico y reflexivo fue desnaturalizado del cargo y, sin miramiento alguno, condenado al desprestigio profesional, social y personal. No había manera de pensar diferente, era un delito en contra del gobierno. Los engatusaron en procedimientos institucionales para luego ser investigados por una organización terrorista dirigida por funcionarios que hoy están presos aquí y afuera. Esa era la consigna, una democracia engañosa. Punto a favor del terrorismo democrático.

 

Sin embargo, cuando uno de los miembros del grupo de poder era maliciosamente denunciado por algún procedimiento malhadado, enseguida se montaba un operativo para ayudarlo. La orden de prisión tardaba tanto, permitiendo su escapatoria, a vista y paciencia de todos. Solo un pobre aventurero creyó que era omnipotente y que él no tenía miedo a la justicia. Decidió quedarse y afrontarlo. Ingreso al sistema penitenciario, con toda la confianza del mundo. Estaba seguro de que en unos pocos días acudiría su compinche de travesuras con todo su poder para acallar los malos juicios levantados en su contra. Los jueces amigos hicieron su labor limpiándose las manos y escalando a niveles superiores la decisión. ¡Oh oohh! Se les escapo la independencia de los poderes del estado y justo le toco un fiscal honesto e integró, con ética, a quien no pudieron comprar, y quien democráticamente hizo valer la decisión de su designación y lo llevo a juicio con sentencia condenatoria. Bien, hasta ahora sigue en el sistema carcelario pese a todas las maniobras realizadas por su banda de zánganos nacionales y extranjeros. Punto en contra del terrorismo democrático. Dos a uno es el escore.

 

Casi veinte años pasamos creyéndonos demócratas hasta que llegaron los paros indígenas de 2019 y 2022. Estos nos resaltaron los errores de la democracia engañosa. Sin embargo, cuando la sociedad expresa su desconformidad con el accionar de una administración de gobierno, en una verdadera democracia, las partes involucradas se sientan a dialogar, reflexionar y llegar a acuerdos de convivencia pacífica para beneficio de todos (2025). Así construimos y fortalecemos una verdadera democracia, dejando de lado la creencia de que porque votamos obligatoriamente somos demócratas. No señor, la democracia se la vive en el día a día. Punto en contra del terrorismo democrático. Empatamos, y a tiempo extra.

 

Una base jurídica apropiada para convivir, compartir, exigir nuestros derechos, hacernos responsables de nuestras decisiones y, de paso, participar en los procesos de elección popular con responsabilidad, eso es una democracia verdadera. Seguimos empatados, vamos a los penales.

 

No nos dejemos engañar nuevamente.

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