Este artículo lo escribo con sentimiento y lágrimas que se me cayeron -de verdad, no es narrativa hipócrita- cuando, una niña indígena, era entrevistada por el periodista Hernán Higuera de Ecuavisa y le respondía a la pregunta que él le hacía sobre la situación que, ella vivía, en relación con los cuidados especiales que debía tener luego de la cirugía a la que había sido sometida.
La pregunta estuvo relacionada a: ¿si había frutas y verduras para ayudar a su recuperación? y ella respondió: “solo hay cebollas”; respuesta con la que, a cualquier ser que se llame humano, se le parte el corazón y, a la vez, se le sube, a altos niveles, la indignación, porque los gobiernos de turno -desde hace años- siempre se han olvidado de estos sectores que, alejados del área urbana, tienen también necesidades que, como obligación estatal, deben ser atendidas de forma eficaz y eficiente.
Si no lo han hecho, o no lo hacen, surge la interrogante: ¿entonces, para que se me meten a ser presidentes?, ya que el Ecuador, como país, es de todos, para todos e impulsado por todos. En definitiva, desde la filosofía de la inclusión, el país debe ser gobernado pensando y actuando para y por todos.
Regresando al reportaje televisivo mencionado, surgen muchas reflexiones que van encontrando respuestas. Por ejemplo, a ¿por qué la mal nutrición es alta en el país -sobre todo en áreas rurales-? que, lamentablemente, son abandonadas a la atención de salud, educación y cobertura de servicios básicos como energía eléctrica, agua potable y, ahora, conectividad digital.
A pesar de ese escenario negativo acumulado por décadas, hay que activar el faro de la esperanza y, así, dirigir la mirada de la observación crítica hacia la expectativa de que, en algún momento, se ponga en acción una atención social con enfoque 360; más aún, ahora que, el Estado -con la eliminación de subsidios a los combustibles- cuenta con más recursos disponibles -al menos esa es la narrativa oficial- para que, así, se empiece a tener un territorio ecuatoriano en donde predominen la justicia, la equidad, la solidaridad y la inclusión socioeconómica.
Ese escenario es totalmente posible. Para ello vale la pena recordar la frase “la mejor política social es una buena política económica” de la profesora Diana Alarcón -docente de programas de doctorado y ex funcionaria de organismos internacionales como el BID y la ONU- resaltada en su artículo titulado Espacios de articulación entre la política económica y la política social; con la cual hace ver el carácter complementario de las dos políticas, pues, no son antagónicas. Deben ser impulsadas al unísono si se busca lograr grandes impactos socioeconómicos como parte del funcionamiento integrado de un país.
Esta relación también es evidenciada con uno de los últimos informes del Banco Mundial “Ecuador: Impulsando la prosperidad”, en donde se destaca que, en aquellos territorios con mayores necesidades debido a la presencia de hogares con menores ingresos, cuando se activa la violencia la pérdida de ingresos es mayor y, con ello, la vulnerabilidad socioeconómica se potencia; germinando, como es obvio, con mayor facilidad las malas intenciones del crimen organizado que, como efecto potenciador del deterioro del tejido social local, terminan contaminando a las generaciones de seres humanos más jóvenes que, ante sus necesidades socioeconómicas insatisfechas acumuladas y la negación del entorno de oportunidades para un futuro mejor, aceptan con mayor facilidad su incorporación a las bandas del mal. De ahí que, es vital trabajar, al mismo tiempo, en políticas públicas del campo económico.
Finalmente, para lograr un Ecuador en donde “la inclusión nos una”, es oportuno llamar al contenido filosófico y de aplicación práctica que está detrás de los trabajos que fueron galardonados con el Premio Nobel de Economía 2025 y que, en resumen, hacen ver que para que la innovación multidimensional logre mayor impacto se puede convertir en ese medio que, pensando en un crecimiento económico inclusivo y multisectorial, contribuya de forma directa y potente a una transformación social y económica que beneficie a todos los seres humanos que habitan un determinado territorio.

