Perú volvió a cambiar de presidente, sumando ya siete gobiernos en una década, un récord que refleja la profunda crisis de gobernabilidad que atraviesa el país. La salida de Dina Boluarte, cuya gestión estuvo marcada por las denuncias de corrupción, el desgaste político y las protestas sociales, se produjo tras semanas de negociaciones y presiones internas en el Congreso.
Aunque su destitución se concretó sin disturbios, el ambiente social continúa tenso. La sucesión presidencial se realizó de forma constitucional, pero con escasa legitimidad popular. La población percibe que los líderes políticos están más concentrados en preservar cuotas de poder que en atender los graves problemas del país: la desigualdad, la inseguridad y el estancamiento económico.
Analistas sostienen que la inestabilidad peruana se ha convertido en un fenómeno estructural: los partidos carecen de cohesión, los gobiernos son efímeros y la ciudadanía ha perdido confianza en las instituciones. El nuevo mandatario enfrenta el reto de reconstruir la credibilidad del Estado y evitar que la desafección social derive en un ciclo de mayor radicalización o apatía política.
Relevancia para Ecuador:
La situación en Perú ofrece una lección sobre la necesidad de fortalecer la institucionalidad democrática y la cultura cívica. Para Ecuador, mantener la estabilidad política y la confianza ciudadana es clave para evitar los mismos escenarios de fragmentación y desgaste.
Fotografía de portada: La expresidenta Dina Boluarte durante un pronunciamiento oficial, antes de su salida del cargo, en medio de la crisis política que atraviesa Perú.
Crédito: Imagen generada con inteligencia artificial