Giovanni Reyes, economista y político guatemalteco, en 1994, acuñó la definición de desarrollo económico que he utilizado al impartir clases y no ha perdido actualidad. Nos propuso que “…el término desarrollo se entiende como una condición que debe encontrarse en el interior de una nación, en la que las auténticas necesidades de su población son satisfechas a través de un uso racional y sustentable de los recursos y sistemas naturales, facilitando el acceso a organizaciones, servicios básicos y fundamentalmente, respetando las culturas y tradiciones propias.” Es decir, no existiría desarrollo si no respetamos y valoramos nuestra cultura y tradiciones. En esta ocasión no caminaremos por el sendero económico, sino más bien por el chaquiñán de la cultura, que, bien gestionada, mejora el desarrollo al abrir la oportunidad a la sustentabilidad.
Para la UNESCO, cultura es el conjunto de rasgos espirituales, materiales e intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o grupo social, englobando no solo las artes y las letras, sino también los estilos de vida, los derechos humanos, los sistemas de valores y las tradiciones. Esto se transmite de generación en generación mejorando su comprensión, haciendo propias las costumbres, modos de vida, tradiciones, valores, patrones, herramientas y conocimiento.
La motivación autárquica de los pueblos no ha sido otra que entregar herramientas y conocimiento para sobrevivir y facilitar la inserción de los pueblos en un entorno cambiante. Es decir, contiene elementos cognitivos (saberes), creencias (tradiciones), valores (conducta), normas (códigos), signos y símbolos (lenguaje, gráficos). Por tanto, podemos decir que la cultura es APRENDIDA, COMPARTIDA, SISTÉMICA, SIMBÓLICA y DINÁMICA.
En un desate de soliloquio me cuestioné la falta de efectividad de la institucionalidad y de las entidades públicas relacionadas con la rama cultura, o el desconocimiento de la sociedad en general de dónde venimos, de lo que somos, de nuestra identidad. José Saramago decía “…el pasado está siempre, somos memoria de nosotros mismos y de los demás, somos la memoria que tenemos”. Por eso creo en la ambivalencia casi poética, diría, de la cultura andina de nuestros pueblos que entrega doble mensaje, nos han invalorado, estamos fomentando los saberes.
Debemos aprender a respetar los valores y las tradiciones, entendiendo los desafíos a los que se enfrentaron (antepasados), comprendiendo su cultura para intentar cambiar los paradigmas y preservar los valores propios de nuestras raíces. Janice Sánchez nos complementa esta idea cuando nos comparte su visión poética “No me importa si el otoño se lleva mis pétalos, son las raíces las que me sostienen en el invierno”. Muy cierto, somos nuestras raíces, el genotipo, que nos hicieron crecer y llevamos dentro. Estas raíces son las herramientas que ayuda a reflexionar cuando enfrentamos incertidumbres y desafíos a resolver.
Por relación familiar fui expuesto al proyecto Warmi Power; Bordando Caranqui Kichwa[1]. Asistí a una presentación de los resultados concretos de una iniciativa privada con colaboración pública. Mis respetos y admiración para el grupo liderado por María Paula Arias Falconí. Un grupo de jóvenes profesionales comprometidos con los valores de la cultura Kichwa Caranqui y sus mujeres bordadoras. Expertos en diseño de producto y diseño gráfico (Rosero), finanzas (González), literatura (Maila), audiovisuales (Troya), música (Illescas) hacen un engranaje casi perfecto para hilar las fibras de las mujeres bordadoras, no solo para: producir hilos, textiles o bienes. Sino también para producir conocimiento y saberes nuevos, plasmados en bienes tangibles para el mundo global; y empoderarlas para que sus fibras se consoliden en los objetivos del proyecto y, a través de ellas, motivar a la integración de otras comunidades a este u otros proyectos similares.
“Cuando se quiere, se puede, el resto son excusas” dice Pablo Coelho y con mucha razón. Procrastinamos tanto que dejamos pasar la oportunidad. El liderazgo de esta iniciativa demuestra que Coelho tiene mucha razón y sus resultados son una clara muestra de que, si entendemos, comprendemos y respetamos nuestra cultura, los resultados se dan. Este proyecto está creando, innovando, desarrollando capacidades y proyectando el patrimonio material e inmaterial de las comunidades femeninas de Kichwa Caranqui al mundo.
Es encomiable el aporte del Ministerio de Cultura y Patrimonio, del Instituto Nacional de Patrimonio y Cultura y del Museo Nacional del Ecuador al apoyar esta iniciativa que se enmarca no en emprendimientos sino en procesos reflexivos y de investigación que conllevan la gestión del conocimiento ancestral de nuestra cultura y culmina con la producción de piezas artísticas. Un aplauso sonoro.
Digo gestión del conocimiento porque cada técnica, cada proceso, cada reminiscencia y habilidad de las quince bordadoras representa los saberes arraigados en la memoria de los antepasados, en las suyas y en las nuestras. Así se facilita la difusión adecuada de los resultados a las generaciones actuales y preserva para las futuras.
A esto se suma la experticia, habilidades y conocimientos de los jóvenes profesionales del proyecto Warmi Power para intercambiar saberes con las comunidades y generar desde lo más profundo del alma “… mapas, geografías íntimas que hablan de raíces, de resistencia y de una sabiduría que se hereda de generación en generación.”[2]
Los resultados son palpables, como deben ser los proyectos exitosos. En poco tiempo han producido tres artículos bordados, con telas nacionales, con diseños propios, combinando hilos, texturas y colores como un festival de danza que entrelaza las diversas habilidades y generar bienes tangibles actuales fruto del conocimiento ancestral. Sawna (cojín), bordado a mano; T’anta (frutero) flor de ocho pétalos bordado; Shikra (bolso) bordado símbolo de viaje. Esto es gestión del conocimiento y la materialización en la nuestra historia actual, preserva y consolida nuestra cultura.
Paul Auster decía que “un libro no acabaría con la guerra, ni podría alimentar a cien personas, pero puede alimentar las mentes y a veces cambiarlas.” Yo digo, editando este maravilloso pensamiento, los productos de este proyecto no acabarían con la guerra ni alimentarían cien personas, pero alimentaría las mentes de nuestros jóvenes con el conocimiento de su cultura para amarla, respetarla y preservarla. Una verdadera catarsis en su máxima expresión.
Está abierta la invitación a conocer nuestra cultura, ¡anímense!
[1] / Arias Paula, 2025. Bordando La Cordillera. Imbabura. Ecuador.
[2] / Ibid.