Un análisis químico reciente de la ESPOL sobre muestras de hache detectó fentanilo, fenacetina, procaína y cocaína, una combinación que multiplica los riesgos de toxicidad y sobredosis en consumidores que desconocen qué están ingiriendo. El hallazgo confirma que en el país circulan mezclas con opioides sintéticos y otros compuestos peligrosos, y reaviva las alertas sanitarias.
La preocupación no es nueva, pero sí más visible: autoridades locales han reportado casos sospechosos en Guayaquil con síntomas compatibles con exposición a opioides potentes, mientras centros de salud y equipos de emergencia ajustan protocolos ante cuadros de intoxicación severa. Aunque no siempre hay confirmación toxicológica inmediata, la sospecha clínica y los patrones de consumo obligan a actuar con cautela.
En paralelo, investigaciones policiales han identificado microlaboratorios donde se mezclarían drogas con fentanilo líquido y fármacos de prescripción, lo que apunta a cadenas de producción clandestinas que operan a pequeña escala y complican la respuesta sanitaria y judicial. La fragmentación del mercado y la variabilidad de las fórmulas refuerzan la necesidad de vigilancia química sistemática.
Especialistas y organismos internacionales advierten que la irrupción de opioides sintéticos exige capacidades de monitoreo, laboratorio y prevención más robustas, con estándares de datos comparables a nivel regional para orientar políticas públicas y reducir daños.
Relevancia para Ecuador:
Este fenómeno eleva de forma directa la presión sobre urgencias y salud pública, expone a los consumidores a mezclas impredecibles y obliga a articular, sin demoras, una respuesta que combine vigilancia toxicológica, diagnóstico oportuno, acceso a antídotos y tratamientos de adicciones, así como campañas de prevención basadas en evidencia y coordinación interinstitucional (salud, educación, seguridad y justicia), para contener una amenaza que ya se siente en barrios y hospitales del país.