El estudio GEM distingue dos grandes categorías de motivación emprendedora: por necesidad, cuando la creación de un negocio se convierte en la única alternativa ante la falta de empleo; y por oportunidad o pasión, cuando surge del deseo de innovar, impactar positivamente o alcanzar logros personales y económicos. Los resultados para Ecuador son elocuentes: el 90,55% de los emprendedores afirma haber iniciado su negocio porque “los empleos son escasos”, evidencia clara de que el emprendimiento está fuertemente asociado a la urgencia económica. Al mismo tiempo, un 55,1% señala que desea “marcar una diferencia en el mundo”, un 60,3% busca “crear gran riqueza o ingresos elevados” y un 37,1% continúa una tradición familiar. Estas cifras muestran que, si bien existe un componente de propósito y ambición, este es secundario frente a la necesidad inmediata de generar ingresos.
Emprender motivado por la urgencia tiene implicaciones significativas. La alta participación emprendedora no se traduce necesariamente en sostenibilidad ni en impacto económico. De hecho, el ecosistema emprendedor ecuatoriano se caracteriza por una elevada mortalidad empresarial: más del 31,17% de los negocios cierran por falta de rentabilidad. Asimismo, apenas un 1,24% de los emprendimientos tempranos participa en sectores de media o alta tecnología, según la clasificación de la OCDE, lo que limita el potencial de crecimiento y competitividad del país.
No obstante, el panorama no es completamente desalentador. En 2024 se observan avances importantes en innovación: el 2,66% de los nuevos productos o servicios son considerados innovadores a nivel nacional o internacional, frente al 1,52% registrado en 2023. Además, el 2,58% de los emprendimientos tempranos incorpora nuevas tecnologías o procedimientos, un incremento notable respecto al 1,13% del año anterior (GEM, 2024). Estas señales, aunque incipientes, indican una tendencia hacia el emprendimiento con mayor valor agregado y con potencial de transformación.
El verdadero desafío para Ecuador no consiste en aumentar la cantidad de emprendedores, sino en mejorar la calidad y el impacto de los emprendimientos. Se trata de transitar de un
modelo basado en la necesidad hacia uno fundamentado en la pasión, la innovación y la visión de largo plazo. Para lograrlo, es indispensable implementar políticas y estrategias concretas: fortalecimiento de la educación emprendedora la cual debe incorporarse desde etapas tempranas. No se trata únicamente de enseñar a gestionar negocios, sino de fomentar la creatividad, el liderazgo y la capacidad de innovación desde la escuela, para que los jóvenes vean el emprendimiento como una vía legítima de creación de valor y no solo como una respuesta ante el desempleo. Programas de mentoría técnica y emocional enfocados en mujeres, jóvenes y poblaciones rurales, quienes enfrentan mayores limitaciones para acceder a financiamiento, redes de apoyo y conocimientos especializados. Acceso a financiamiento inclusivo es clave. Capital semilla, microcréditos con enfoque social y fondos de inversión de impacto deben convertirse en herramientas accesibles para que las ideas con potencial puedan crecer y consolidarse. De igual forma, resulta urgente simplificar los procesos de formalización, reduciendo trámites burocráticos y creando incentivos para que los emprendedores operen en la economía formal. Finalmente, el fortalecimiento de ecosistemas regionales permitirá descentralizar las oportunidades, evitando que los recursos se concentren únicamente en las principales ciudades del país.
Ecuador ya ha demostrado ser una nación profundamente emprendedora. Sin embargo, para que esa fuerza creativa se convierta en un motor de desarrollo sostenible, se necesita una visión clara y políticas públicas coherentes que promuevan el emprendimiento innovador, resiliente e inclusivo. El reto es trascender del emprendimiento por necesidad hacia el emprendimiento por oportunidad lo que permitirá que sus proyectos se consoliden, crezcan y aporten al desarrollo económico del país. Transformar esta dinámica requiere inversión social, acompañamiento estratégico y un compromiso genuino por parte de todos los actores del ecosistema emprendedor. Solo así será posible que el emprendimiento ecuatoriano deje de ser un salvavidas individual y se convierta en un verdadero motor colectivo de innovación y progreso.
María Dolores Mahauad Burneo
Universidad Técnica Particular de Loja
mdmahauad@utpl.edu.ec