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Educación: ¿Es una intención SISTÉMICA el cambio a su estructura de funcionamiento organizacional?

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El último cambio de incorporar a la Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (SENESCYT) dentro del Ministerio de Educación, en términos de una posible intención de aplicar el pensamiento y acción sistémica (PAS) al sector educativo, podría ser un experimento que, dependiendo de los resultados futuros, contribuya a articular el funcionamiento de lo que ocurre en la escuela, colegio y universidad. Esto, ya que, por ejemplo, pensando en universidades que solo hacen posgrado -como es el caso de la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador-, la calidad de los profesionales que son admitidos dependerá de lo que se haga o se deje de hacer en los niveles previos de la educación de una persona que, apegados a la realidad, empieza en la primera escuela llamada hogar y, luego, lo que se haga en la escuela, colegio y universidad a nivel de grado.
El momento que la educación funcione, realmente, como sistema, se logrará que todas sus partes funcionen de forma armónica, articulada e interrelacionada. Con ello se optimizarán los recursos disponibles y, así, se eliminarán los reprocesos, la duplicidad de tareas y, principalmente, como diría Albert Hirschman, se aprovecharía aquellos recursos que están subutilizados, escondidos y esperando que alguien identifique su potencialidad individual.
Luego, al interactuar con los otros recursos físicos, materiales, financieros y tecnológicos se lograrán impactos sinérgicos, por supuesto, soportados con el accionar, motivado por objetivos comunes, del talento humano que, por su diversidad multidimensional, es capaz de producir efectos potentes, dirigidos -a partir de la acción educadora sistémica- a la transformación continua de una sociedad dinámica y con ansias de adaptación a un proceso de cambio que se muestra imparable por su disrupción en el tiempo y perfil del espacio complejo en que evoluciona continuamente.
El enfoque sistémico aplicado al campo educativo, en sus múltiples dimensiones, es clave. De ahí, como otro desafío clave, es importante que también se extienda ese enfoque de pensamiento a la acción formativa que se pueda hacer a nivel de los padres y madres de familia y de la comunidad cercana a las instituciones educativas ya que, así, lo que se haga en las aulas -gracias a la interrelación de actores- se expandirá potencialmente con mayor facilidad al resto de la sociedad. Con ello, se logrará una transformación adaptativa del ser humano para que, gracias a la formación recibida, sea un buen ciudadano en todos los espacios del quehacer social. Así, acelerando ese logro, más la acción de los efectos sinérgicos multidimensionales, se podrá llevar a una nación hacia un escenario en donde la buena convivencia entre personas sea lo que marque la diferencia. Sobre todo, en un mundo que, para la evolución positiva de las naciones, requiere de una acción humana cooperativa y colaborativa, ligada a un avance vertiginoso de la digitalización que, por los impactos generados, lleve al mundo a días mejores. Es, ahí, en donde la visión sistémica de la educación juega un rol clave para, con ella, enfrentar una realidad compleja vista desde varias dimensiones en medio de una forma de vida física y, con mucha fuerza -luego de su aparición explosiva, impulsada por la pandemia del covid-19-, también digital.

Para terminar, independientemente de si funciona o no el mega Ministerio de Educación que se ha creado -sobre todo, pensando en la incorporación de la SENESCYT a su estructura de funcionamiento ministerial-, lo que sí se debe mantener es la que parecería buena intención convertida, esa sí, en acción de redireccionar a la educación en sus niveles formales -formación básica, media y superior- para que funcione como un verdadero sistema.

De esa forma, debe haber coherencia con lo que está escrito en la Constitución, ley específica, otras leyes y en las políticas públicas cuando, como una narrativa continua, se recalca la existencia de un supuesto “sistema educativo” que, en la práctica, por años ha venido funcionando, más bien, como una especie de islas, en donde, la escuela y colegio por un lado y, por otro, la educación superior, sin tener presente una conciencia estratégica y práctica de que, al final, esos niveles formativos son parte de un solo todo.

Y lo más importante, que, para lograr los objetivos rectores de la educación de un país, se requiere de su interacción continua y, así, cuando se activen sinérgicamente, potenciar las bases del progreso robusto de una nación.

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