Icono del sitio Dialoguemos

“Laudato Si”: Un llamado que no se puede ignorar

Tiempo de lectura: 3 minutos

Día tras día, quienes trabajamos en el ámbito agropecuario no necesitamos que nos cuenten que el mundo está cambiando, ya que esta realidad la vivimos en cada una de nuestras actividades en el campo, donde las lluvias ya no llegan cuando deben llegar, los suelos son cada vez más frágiles, las sequías se vuelven persistentes y los ríos que antes eran fuente de vida, ahora en su mayoría están contaminados.

A lo anterior se suman otras problemáticas ambientales como la deforestación, la contaminación por químicos agrícolas e industriales, la pérdida de biodiversidad y el uso insostenible de los recursos naturales, lo que agrava aún más las condiciones para producir y vivir en armonía con la naturaleza, evidenciando una crisis que ya no es futura, sino presente y urgente.

Reconocer estos cambios y actuar desde lo local se vuelve esencial para enfrentar los desafíos y proteger nuestra tierra, nuestra agua y nuestra vida. Por estas razones, cuando desde el Vaticano el Papa Francisco nos habla de ecología en su encíclica Laudato Si’, no se trata de un mensaje lejano sin bases, sin fundamentos, sino de un cuestionamiento directo, concreto y profundamente vigente, que interpela nuestra forma de vivir y producir, y que, más allá de un discurso religioso, se convierte en una guía ética para todos los que habitamos este planeta.

Para comprender mejor este mensaje, es importante recordar que Laudato Si’ significa “¡Alabado seas, mi Señor!” Fue inspirado en el Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís, un santo que no veía a la naturaleza como un simple recurso, sino como una hermana con la que compartimos la existencia. Esta es una visión profundamente revolucionaria si reflexionamos sobre cómo hemos tratado la naturaleza durante décadas, como un medio que debe dar resultados, producir cada vez más, sin medir el desgaste ni el dolor de quienes la trabajan, lo cual nos ha llevado a límites que ya no podemos ignorar.

Sin embargo, la encíclica no se queda en la poesía ni en la reflexión espiritual, sino que va más allá y advierte con claridad sobre la contaminación de los recursos esenciales como el agua, el aire y la tierra. Quienes vivimos del agro sabemos bien que no hay producción posible sin estos tres elementos en equilibrio, por lo tanto, en vez de continuar con la lógica del extractivismo, este documento nos invita a reconocer nuestra corresponsabilidad y a actuar con ética en cada práctica productiva, ya sea agrícola o ganadera, asumiendo que nuestras decisiones locales tienen repercusiones globales.

Resalto que uno de los aspectos más valiosos del mensaje del Papa es su llamado a la unidad de todos los sectores para resolver la crisis ecológica, entendiendo que el cambio no puede venir únicamente desde arriba ni desde afuera, sino que requiere del compromiso del pequeño productor, del gran empresario, del educador rural o extensionista, de los jóvenes del campo y de los tomadores de decisiones, todos trabajando con una visión compartida que priorice la sostenibilidad y la justicia ambiental, social y económica.

La fuerza de Laudato Si’ radica en que no se limita a la denuncia o a la recomendación general, sino que propone acciones concretas para cuidar nuestra “casa común”, que van desde mejorar el uso del agua y fomentar una agricultura ecológica, hasta recuperar el sentido comunitario del trabajo rural. El objetivo es restituir la dignidad de la vida y evitar caer en la trampa de una modernidad que, en nombre del progreso, contamina, excluye y agota los ecosistemas.

Hoy, más que nunca, este mensaje cobra una relevancia aún mayor, ya que no podemos hablar de amor por la tierra mientras permitimos su degradación, ni decir que promovemos la sostenibilidad si no garantizamos el bienestar de quienes la cuidan, de los productores y de las comunidades rurales que, aunque invisibilizados, son los verdaderos guardianes de la biodiversidad y del equilibrio que aún nos queda.

Como educador agropecuario, siento que tenemos la responsabilidad de hacer eco de este mensaje en nuestras aulas, en los eventos de formación y en todos los espacios de enseñanza técnica y profesional, dejando en claro que la naturaleza no es un recurso para explotar, sino un bien compartido que debemos aprender a valorar; que nuestras prácticas deben apuntar a sembrar, pero también a pensar; a cosechar, pero también a respetar; a producir, pero también a proteger, porque sólo así lograremos un cambio real y profundo que nos beneficie a todos.

En este sentido, debemos tener claro que Laudato Si’ no es un texto religioso más. Es una propuesta transformadora, un grito de alerta y una esperanza que exige compromiso de todos quienes amamos la tierra y creemos que aún estamos a tiempo de hacer las cosas bien, si trabajamos juntos, con una visión común de sostenibilidad que nos permita enfrentar los desafíos que hoy nos interpela el cambio climático, la degradación ambiental y la creciente desigualdad rural.

 

Salir de la versión móvil