Un nuevo estudio publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Smithsonian ha identificado las primeras huellas del cultivo intensivo del maíz, uno de los alimentos más influyentes en la historia de la humanidad. Según los investigadores, restos hallados en cuevas de Oaxaca demuestran que el cereal ya era cultivado y modificado genéticamente hace más de 7.000 años.
El descubrimiento no solo confirma el origen mesoamericano del maíz, sino que aporta datos sobre su rol en el desarrollo de civilizaciones complejas.
“No fue solo alimento: el maíz permitió el sedentarismo, las ciudades y nuevas formas de organización social”, afirmó la doctora Carmen Morales, una de las arqueólogas del equipo.
La evidencia también muestra cómo las poblaciones prehispánicas manipularon genéticamente el teocintle, la planta silvestre ancestral del maíz, hasta convertirla en un cultivo con mayores rendimientos y resistencia al clima. Esta transformación fue esencial para el auge de culturas como la olmeca, la zapoteca y, más tarde, la azteca.
Además de su valor nutritivo, el maíz se convirtió en símbolo sagrado, presente en mitologías y rituales. En la actualidad, sigue siendo pilar de la alimentación en América Latina, y su legado ha llegado a todo el mundo.
“La revolución del maíz es comparable a la del trigo en Mesopotamia o el arroz en Asia”, concluye Morales.
El hallazgo reabre el debate sobre la importancia de los cultivos originarios de América en la historia de la humanidad, especialmente frente a amenazas como el cambio climático o la erosión genética causada por los monocultivos industriales.
Estos descubrimientos también impulsan nuevos proyectos de conservación de semillas ancestrales y fortalecen el vínculo entre la ciencia, la cultura y la soberanía alimentaria.