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Las balsas que cruzaron el Pacífico: el estudio de Benjamín Rosales

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Él tenía 16 años cuando fue testigo de la construcción de la balsa Pacífica en una esquina del centro de Guayaquil, Ecuador. Era el año 1966. Fue en ella donde el aventurero Vital Alsar partió hasta Australia. Aunque su curiosidad por la historia de la navegación ancestral ecuatoriana no se vería profundizada hasta años después, la semilla se sembró a esa corta edad.

Benjamín Rosales Valenzuela, ese joven curioso, es actualmente reconocido por su trayectoria como historiador y académico. Su pasión por la historia y la investigación lo llevó a desentrañar los misterios de las balsas ancestrales, lo que derivó en la publicación de su libro La balsa ancestral del Pacífico americano, que fue presentado el 20 de febrero pasado en el MAAC.

Décadas después, ya jubilado de su carrera empresarial, Rosales decidió retomar aquella curiosidad inicial. Su interés no surgió de un solo evento, sino de una serie de experiencias que lo llevaron a profundizar en la historia de la navegación ecuatoriana. En 1987 leyó el libro La balsa en la historia de la navegación ecuatoriana, de Jenny Estrada, quien documenta los relatos sobre estas embarcaciones desde la época colonial. Luego, las películas del explorador noruego Thor Heyerdahl reforzaron su interés en la travesía de las balsas precolombinas.

Sin embargo, lo que realmente lo llevó a considerar la posibilidad de una conexión marítima entre Ecuador y Mesoamérica fue una experiencia personal. Durante una regata a Galápagos en 1993, observó cómo las corrientes marinas favorecían la navegación hacia el norte, lo que lo hizo reflexionar sobre la posibilidad real de que existiera una comunicación marítima entre Ecuador y Mesoamérica.

Convencido de que el tema merecía una investigación más profunda, Rosales decidió que la mejor manera de abordarlo era desde la academia. “Quería cambiar de vida, hacer otra cosa” —explica— “decidí que iba a escribir sobre esto y que para hacerlo lo mejor sería ir a una universidad europea o americana y hacer un doctorado en historia”.

Su investigación lo llevó hasta la Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla, España, donde realizó su doctorado en Historia. Además, participó en una pasantía en Dumbarton Oaks, un instituto de Harvard especializado en estudios precolombinos. Allí tuvo acceso a documentos y estudios arqueológicos que sustentaban su hipótesis sobre la navegación ancestral en el Pacífico.

Sin embargo, fue allí donde su pasión por la historia y la investigación le dictó ir más allá de la teoría: “Tengo que encontrar a alguien que todavía viva y que haya andado en estas balsas oceánicas antiguas”, pensó.

Con esa intención, viajó al norte de Perú en busca de los últimos balseros que aún recordaban esas travesías. Así conoció a Agustín Querevalú, un exbalsero de Sechura que le relató cómo hasta los años treinta, transportaban cargamentos de pescado seco desde su tierra hasta Guayaquil, donde los comercializaban en los mercados locales. La travesía exigía meses de preparación: antes de zarpar, reunían provisiones y reforzaban la estructura de la balsa. Al llegar a Guayaquil, pasaban varias semanas en la ciudad para vender su mercancía y adquirir insumos clave, como la caña guadúa, esencial en la construcción de nuevas embarcaciones. Luego, emprendían el regreso con materiales y productos destinados a abastecer sus comunidades,  un ciclo comercial que se mantuvo vigente por generaciones.

El testimonio de Querevalú le permitió comprender mejor cómo funcionaba la balsa oceánica y distinguirla de las embarcaciones fluviales utilizadas en los ríos ecuatorianos tras la llegada de los españoles. Con aquella investigación, Rosales pasó a buscar evidencia arqueológica que confirmara la existencia de estas travesías marítimas a larga distancia.

Su investigación lo llevó a descubrir el papel fundamental de la guara, un sistema de tablones de madera dura que se incrustaban entre los troncos de la balsa para estabilizarla y controlar su dirección con precisión, lo que evitaba que el viento o las corrientes la desviaran. Este hallazgo refuerza la idea de que los navegantes precolombinos contaban con un método eficaz para maniobrar en mar abierto.

Además de la evidencia técnica, Rosales halló indicios de que las balsas ecuatorianas pudieron haber llegado hasta Mesoamérica. Sus estudios revelaron intercambios de elementos culturales y materiales como la cerámica, el espondylus y el cacao, así como la transferencia de conocimientos tecnológicos y el traslado de productos botánicos. Estos hallazgos sugieren que las balsas no solo fueron un medio de navegación local, sino que desempeñaron un papel clave en intercambios comerciales a larga distancia mucho antes de la llegada de los europeos, lo que amplía la perspectiva sobre la influencia marítima de las culturas precolombinas.

Más allá de su importancia histórica, la navegación ancestral ecuatoriana dejó un legado que aún perdura. El conocimiento marítimo de los antiguos balseros no se perdió con el tiempo, sino que se adaptó y sigue vigente en las comunidades costeras del país.

Ecuador es hoy uno de los principales exportadores de atún y pesca blanca, y muchas de sus poblaciones pesqueras han conservado un profundo conocimiento del mar, transmitido a lo largo de generaciones, lo que ha permitido desarrollar una industria en torno a ello.

Sin embargo, este saber no siempre ha sido aprovechado de manera positiva. En los últimos años, las mismas rutas utilizadas durante siglos para el comercio marítimo han sido empleadas para el tráfico ilegal, una transformación que ha afectado a quienes antes dependían de la navegación como un medio de sustento legítimo.

La investigación de Rosales no solo arroja luz sobre el pasado marítimo del Ecuador, sino que también invita a explorar con mayor profundidad el papel de la navegación en el desarrollo de las civilizaciones precolombinas. “Es importante que los ecuatorianos sepamos que tuvimos una cultura en la costa muy antigua”, sostiene.

El estudio de las balsas ancestrales y su posible conexión con Mesoamérica plantea nuevas preguntas sobre los intercambios culturales y comerciales que pudieron haberse dado en tiempos prehispánicos. Rosales considera que todavía hay mucho por descubrir y que este conocimiento debe seguir ampliándose: “La investigación puede continuar y está abierta para que otros la sigan en el futuro”.

Con su trabajo, busca no solo reivindicar la importancia de la navegación precolombina, sino también generar conciencia sobre el valor de estas rutas marítimas y su impacto en la identidad cultural ecuatoriana.

La balsa ancestral del Pacífico americano fue publicado bajo el sello de Silex Ediciones, con distribución principalmente en España. Según disponibilidad, podrá encontrarse próximamente también en librerías locales seleccionadas como Mr. Books y La Española.

Benjamín Rosales, autor del libro “La balsa ancestral del Pacífico Americano”, posa junto a su publicación, resultado de los estudios doctorales que desarrolló en España. Junto a él, una réplica a escala de la balsa, cuyos detalles explora en el libro.

 

Foto de portada: Durante el evento desarrollado en el MAAC, se contó con la intervención de Benjamín Rosales Ph.D., autor de la obra (podium). Sentados, de izquierda a derecha: Educadora Marcia Gilbert de Babra, Presidenta del Consejo de Regentes de la Universidad Casa Grande, quien dio la presentación del libro; Stephanie García Albán, Directora del MAAC, quien ofreció palabras de bienvenida y el historiador Eduardo Estrada Guzmán, quien proporcionó un análisis de la obra.

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