Los efectos del cambio climático se hacen sentir en todo el mundo y en América Latina de manera especial. Al menos 20 países de la región, esto es un 74 por ciento, enfrentan una alta frecuencia de eventos climáticos extremos, informa la ONU, en su Panorama Regional de Seguridad Alimentaria y Nutrición 2024.
Latinoamérica es la segunda región, después de Asia, más expuesta a estos fenómenos y 14 países son considerados vulnerables, pues tienen mayor probabilidad de tener un impacto en la subalimentación.
Una región “altamente vulnerable”
“Históricamente, América Latina y el Caribe tienen una contribución muy pequeña respecto del cambio climático en comparación con otras regiones. Datos del 2020 nos dicen que la aportación en emisiones totales de dióxido de carbono fue del 4,3 por ciento”, señala a DW Georgina Alcantar, jefa de la Unidad de Estadísticas Ambientales, de Cambio Climático y Desastres de la División de Estadísticas de la CEPAL.
Sin embargo, “la región sí es altamente vulnerable. Por su ubicación geográfica, está sufriendo muchos de los impactos de la crisis climática”, indica a DW Carola Mejía, coordinadora del área de justicia climática, transiciones y Amazonía en la Red Latinoamericana y del Caribe por justicia económica, social y climática (Latindadd).
Tormentas, huracanes, inundaciones, deslizamientos de tierra, sequías, incendios y olas de calor o de frío se han vuelto más frecuentes en las últimas décadas y afectan a distintos países. Al mismo tiempo, la temperatura media sigue aumentado. Entre 2014 y 2023, en Bolivia subió 2,2 grados y en Paraguay, 2,03.
Las catástrofes en cifras
“Tan solo el 2024 se registraron 56 eventos peligrosos y desastres naturales que afectaron directamente a más de seis millones de personas y causaron la pérdida de más de 800 vidas”, apunta Alcantar.
El último Índice de Riesgo Climático de la organización Germanwatch ubica a la isla caribeña de Dominica como el país más afectado por los impactos de los fenómenos meteorológicos extremos y a Honduras en tercera posición a nivel mundial, en el período 1993-2022, en cuanto a fallecidos, damnificados y pérdidas económicas.
En 2023, debido a tormentas tropicales, México fue el cuarto país del planeta con mayores pérdidas económicas por estos eventos extremos. Guatemala, en tanto, fue el quinto con mayor número de personas afectadas, a causa de las inundaciones, según EM-DAT, base de datos mundial sobre desastres.
De México a Chile
De norte a sur, estos fenómenos golpean de diversa manera. En la región, en general, se observa mayor incidencia de inundaciones y tormentas, debido a períodos de precipitación más frecuente o copiosa, pero también se pueden distinguir especificidades en dos subzonas.
En la franja de México, Centroamérica y el Caribe, los principales eventos desastrosos son tormentas tropicales y huracanes, y con ellos inundaciones. En el sector de América del Sur predominan inundaciones y deslizamientos de tierra, “resultado de la deforestación, sobre todo en la cuenca amazónica. Al perder cubierta vegetal en las partes altas, la lluvia no puede ser retenida y hay corrientes, que afectan asentamientos en lugares de crecida de ríos”, sostiene Alcantar.
Junto con la tendencia al alza en las temperaturas, se presentan olas de calor, especialmente críticas en sectores donde no hay ventilación ni cubierta vegetal. Al mismo tiempo, se calienta la superficie de las masas oceánicas, lo que genera temporales y tormentas tropicales.
La tormenta tropical “Julia” inundó la isla de San Andrés (Colombia) en 2022.Imagen: Juand Suco/REUTERS
“Los eventos extremos se han triplicado en los últimos 50 años”, afirma Mejía. Las sequías son cada vez más prolongadas y hacen que los ríos se sequen. “En Bolivia se han registrado sequías extremas y el segundo lago más importante, el Poopó, en Oruro, se ha terminado de secar completamente, por efecto del cambio climático y también por la minería”, agrega.
Las olas de calor en el sur del continente en los veranos exacerban los incendios forestales, como el que se registra actualmente en la Patagonia. “El año pasado afectaron la región amazónica. En Bolivia perdimos 10 millones de hectáreas. También en México ha habido olas de calor terribles que terminaron con la vida de muchas personas que habitan en la calle o son adultos mayores, quienes son más vulnerables a estas condiciones”, dice la experta de Latindadd.
Impactos para la vida y la alimentación
Estos fenómenos están provocando pérdida de biodiversidad y amenazan la seguridad hídrica y alimentaria, al afectar la agricultura y la ganadería. La falta de agua ha obligado incluso a hacer racionamientos en algunas ciudades. Según el informe de la ONU, en los países afectados la prevalencia de la subalimentación aumentó 1,5 puntos porcentuales entre 2019 y 2023.
“Se experimentan pérdidas millonarias y cada vez es mayor el impacto económico y el riesgo para la seguridad alimentaria, y además ha alterado la práctica cultural del calendario agrícola, un conocimiento ancestral”, plantea Mejía.
A las repentinas catástrofes se suman avances más lentos vinculados a la crisis climática, como el derretimiento de los glaciares, con la consiguiente pérdida de reservas de agua para el consumo y la producción de alimentos, o el aumento del nivel del mar y su amenaza para las poblaciones costeras.
Resistencia y resiliencia ante los desastres
Las expertas coinciden en que es necesario implementar acciones de adaptación, desde los Estados hasta los ciudadanos: invertir en infraestructura resistente, monitorizar, tener sistemas de alerta temprana y mejorar las estrategias para atender las condiciones que hacen vulnerable a la región.
Asimismo, perfeccionar los sistemas de producción de acuerdo con las nuevas condiciones y educar en estos temas. Mejía subraya: “La emergencia es ahora. El financiamiento climático internacional para adaptación en la región debiera ser prioritario, de rápido acceso y en buenas condiciones, que no incremente los niveles de deuda”.
“Probablemente no podemos reducir la frecuencia o la intensidad del huracán, pero sí podemos mejorar las condiciones en nuestros países para responder, con mejor información y mejores políticas para la adaptación de la población y reducir las consecuencias”, concluye Alcantar.
(ms)
Texto DW
https://www.dw.com/es/am%C3%A9rica-latina-azotada-por-desastres-naturales/a-71688827