La verdad no sé por qué le tememos tanto a la Inteligencia Artificial. Y lo escribo de esta manera puesto que pronto será un ser con quien se podría hasta negociar.
Todos los días vemos nuevos desarrollos a partir de esta tecnología que cada vez es más inteligente, capaz de analizar y de tomar decisiones acertadas si recibe las guías y lineamientos adecuados. Por otro lado, también vemos las limitaciones que tenemos cuando se trata de poner en marcha acciones para cuidar de nuestro planeta de manera sostenible (no acciones aisladas).
Desde mi opinión, aún existen viejos paradigmas que nos impiden tomar las decisiones correctas. Por ejemplo, a sabiendas de que el planeta tiene recursos limitados y que cada año consumimos más de lo que nuestra tierra nos puede proveer, nos felicitamos cuando los países siguen creciendo sin parar y castigamos a los que no crecen. Así como este ejemplo vale para los países, el mismo análisis lo hacemos para las empresas ya que castigan duramente a las que poco crecen o que se mantienen estables.
Ya en los años 70 el Club de Roma preconizaba el crecimiento cero, único objetivo que podría salvar a la humanidad. Sin embargo, después del Acuerdo de París, acuerdo que impulsaba encontrar soluciones para curar nuestro planeta, asistimos año tras año a conferencias mundiales que dejan pocos resultados tangibles. Estamos bloqueados a nivel de los gobiernos, de las corporaciones y de nosotros mismos, ya que no hemos cambiado en nada nuestra forma de vivir y actuar por el bien del planeta.
Es allí donde espero a la Inteligencia Artificial un día, con análisis profundo de datos, motive la toma de decisiones que permitirán poner en marcha planes que verdaderamente beneficien al medio ambiente.
Así que inicio este nuevo año lleno de esperanzas, ya que estoy convencido que las nuevas tecnologías, y la Inteligencia Artificial en particular, nos ayudará en cambiar nuestro comportamiento en bien de nuestra propia supervivencia.
Deseo un próspero 2025 para todos.