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ENTREVISTA: Con mayoría de latinos, Trump derrota identitarismo de Kamala

Tiempo de lectura: 7 minutos

 

En este análisis, la experta María Luiza Muniz, de la UTPL, aborda los factores que llevaron a Donald Trump a obtener nuevamente la presidencia de Estados Unidos y los grupos clave que respaldaron su campaña. Examina, además, el impacto potencial de sus políticas migratorias en América Latina, especialmente en países como Ecuador y Venezuela, y plantea cómo su enfoque populista logró atraer a diversos sectores de la población, a pesar de su postura extremista y del discurso antiinmigrante. A través de datos y reflexiones, Muniz analiza las particularidades de esta elección, destacando elementos que han redefinido el perfil de sus votantes y las implicaciones de su administración para la región.

¿Cuáles considera que fueron los principales factores que llevaron al triunfo de Donald Trump en esta elección? ¿Hubo algún cambio estratégico en comparación con campañas anteriores?

Primero, vale observar uno de los elementos más destacados: el perfil y el porcentaje de votantes entre 2020 y 2024. Hace cuatro años vimos que las mujeres, afrodescendientes y jóvenes votaron con los Demócratas impidiendo la reelección de Trump. Ahora hubo un aumento considerable en el porcentaje de votantes latinos que apoyaron a Trump, y eso merece particular atención. En 2020, contra Biden, el 36% de los hombres latinos votó por él, mientras que, en esta elección, ese número subió al 54%. Es interesante observar cómo, a pesar del discurso antiinmigrante de Trump, un sector significativo de latinos pasa a respaldarlo. Vemos que su discurso conservador se ha sumado, curiosamente, a pautas sociales que, en gobiernos Demócratas como el de Biden, no acompañaron la prosperidad de la economía. Explico: la caída en la inflación no se ha reflejado en un mayor poder de compra por parte gran parte de los norte-americanos, quienes han visto una considerable pérdida en su calidad de vida, en el poder de consumo, en áreas de vivienda, salud, educación. Con eso, podemos incluso decir que, al contrario de la retórica anti izquierda de Trump y de sus apoyadores, la victoria ha sido contra una perspectiva de democrática liberal, en favor de un populismo de derecha, el cual promete soluciones fáciles para problemas complejos. Las personas, sobre todo familias de clase media, tradicionalmente más conservadoras, son susceptibles a las promesas de mejoras sustanciales en el poder adquisitivo, el acceso a servicios básicos como salud y educación, y la seguridad económica, algo que la administración de Joe Biden no pudo ofrecer a gran parte de la población.

Otro aspecto a destacar es el apoyo de ciertos empresarios a la propuesta de Trump, con un enfoque proteccionista, en favor de la economía nacional. Vale resaltar también el papel de Elon Musk, quien ha jugado un papel significativo en esta elección mediante el uso de redes sociales y la difusión de contenidos producidos con inteligencia artificial en contra de Kamala, algo que produce un impacto considerable en la opinión pública y se está convirtiendo en un nuevo patrón para próximas elecciones, incluso en países de Latinoamérica.

¿Quiénes fueron los grupos clave que respaldaron a Trump en esta elección y que resultaron decisivos para su triunfo? ¿Cómo logró conectar con ellos a pesar de la polarización en el país?

Debo decir que no estoy de acuerdo con la tesis de una polarización, porque esto supone que existe realmente una fuerza viable políticamente de extrema izquierda. En el debate de los candidatos, Trump ha identificado su oponente como comunista y eso es completamente falso, no encuentra base en la realidad, es parte de una estrategia antigua, utilizada a mediados del siglo pasado, cuando había una Guerra Fría y una bipolarización a nivel global. Pero, ciertamente algunos grupos son más sensibles a esa retórica anti-comunista, y eso no ocurre apenas en los Estados Unidos. Como dije anteriormente, la clase media suele ser más conservadora, buscando evitar un retroceso en su patrón de vida y resentida pelas limitadas posibilidades de ascensión social. En términos de edad, los mayores apoyadores del presidente electo están entre adultos con 45 a 64 años. Personas que quizás perciben los logros económicos, pero no encuentran mejoras en su poder adquisitivo ni en el acceso a servicios básicos. El apoyo a Trump entre los jóvenes de 18 a 29 años también ha aumentado, de un 36% en 2020 a un 42% en esta elección. Asimismo, el porcentaje de personas sin educación superior que respaldaron a Trump pasó de un 50% en 2020 a un 54% en esta elección, lo cual sugiere cómo la educación formal es una de las variables que influye en la recepción de informaciones y la capacidad crítica de los votantes, especialmente en un contexto marcado por la masiva difusión de contenidos de dudosa veracidad a través de redes sociales. Las nuevísimas tecnologías de la información cumplieron ciertamente un papel importante para que Trump mantuviese una base de votantes fiel desde 2020, aumentando su influencia entre otros sectores.

¿Cómo podrían sus políticas migratorias afectar a los países de América Latina, especialmente a los centroamericanos y ecuatorianos?

En cuanto a las políticas migratorias, Trump ha prometido reforzar el control de las fronteras y ha hablado de posibles deportaciones masivas, lo que podría impactar a países como Ecuador y Venezuela, que han visto un importante flujo de migrantes hacia Estados Unidos. No obstante, la implementación de una política de deportaciones masivas tendría complicaciones operativas significativas y requeriría una cierta inversión en un aparato represivo.  Además, es importante señalar que la economía estadounidense depende en gran medida de la mano de obra migrante, que desempeña trabajos que muchos estadounidenses no estarían dispuestos a realizar. Así, el discurso de que los inmigrantes están “robando” empleos es, en realidad, una falacia. Los migrantes contribuyen en sectores esenciales de la economía y su exclusión afectaría el funcionamiento de la misma.

Esta retórica de “nosotros contra ellos”, que promueve una identidad de “América Blanca”, ignora el hecho de que Estados Unidos ha sido forjado por una diversidad cultural profunda, especialmente en territorios que alguna vez pertenecieron a México, como California, Arizona y Texas. En resumen, aunque el discurso de Trump tenga un tono xenófobo, la implementación de políticas migratorias tan extremas se enfrentaría a importantes desafíos prácticos y a las propias necesidades económicas del país.

Con respecto a los conflictos internacionales y relaciones exteriores: Con Israel y la situación en el Medio Oriente, ¿se espera una continuidad en las alianzas o una estrategia diferente?

En cuanto a las relaciones exteriores, especialmente con Israel, es poco probable que haya cambios significativos en la postura de Estados Unidos. Esto es preocupante, ya que Israel mantiene, sin eufemismo o exageración, una política genocida contra el pueblo palestino. No hay, en la actualidad, cualquier apertura al diálogo. La expectativa de que haya algún tipo de freno a esta situación es mínima, y eso pasaría tanto con Kamala Harris como con Trump, aunque puede haber una diferencia en la retórica de ambos. Un gobierno Demócrata que anuncia la valoración de la diversidad y de las identidades quizás no demostraría tan abiertamente una política agresiva. Sin embargo, una retórica más agresiva por parte de Trump podría incluso intensificar la situación.

¿Qué enfoque cree que tomará Trump frente a Rusia y a las tensiones que existen en Europa del Este?

El regreso de Trump podría implicar un cambio significativo en la relación entre Estados Unidos y Rusia, especialmente en el conflicto en Ucrania. La cercanía de Trump con Putin podría llevar a una reducción o interrupción de la ayuda militar de EE. UU. a Ucrania, lo que afectaría la capacidad de defensa de este país frente a Rusia y podría forzarlo a negociar en condiciones desfavorables. Putin ya puso límites a las promesas de campaña anunciadas por Trump, diciendo que el fin de la guerra no será de la noche al día. Hay muchos intereses en juego, y este cambio también repercutiría en la relación de EE. UU. con la OTAN y Europa, quienes han apoyado a Ucrania en su lucha.

Otro aspecto a considerar es el enfoque proteccionista que Trump ha garantizado en su política exterior, lo cual pondría combustible a la guerra comercial no solo con China, sino también con otros países. Su intención de proteger la producción nacional podría afectar la entrada de productos extranjeros, encareciendo algunos productos en el mercado estadounidense. Esto plantea desafíos para economías de menor escala, como Ecuador, que verían aún más afectada su capacidad de exportación a EE. UU. en sectores clave, como la agricultura y los productos industriales.

Además, la postura de Trump hacia la seguridad podría incluir un mayor apoyo militar a países que enfrentan problemas de seguridad, como Ecuador. Sin embargo, es necesario analizar si este apoyo realmente beneficia a corto, mediano y largo plazo, considerando que las inversiones en armas en muchos casos sustituyen políticas sociales y de inteligencia más consolidadas, sin un enfoque integral en seguridad.

Un último aspecto a destacar es la posibilidad de reabrir la base militar de Manta en Ecuador, iniciativa apoyada por el presidente Noboa. Este tema es complejo, ya que las bases militares extranjeras suelen implicar una expansión político-estratégica que podría extenderse más allá de la seguridad para incluir el acceso inconsulto a recursos estratégicos. Hay un estudio muy detallado de la docente peruana Mónica Bruckmann sobre este riesgo. Aunque no se puede asegurar que la base en Manta persiga estos fines, la historia reciente invita a cuestionarse sobre el impacto a largo plazo de esta decisión.

¿Qué impacto podría tener el regreso de Trump en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina? ¿Y cuáles las posibles repercusiones a nivel mundial, en áreas como el comercio, la seguridad y el cambio climático?

En cuanto a América Latina, la manutención de una alianza con EE. UU para, supuestamente, contener los altos niveles de inseguridad, implicaría un tema geopolítico, relacionado con una mayor presencia de intereses norte-americanos en la región. Recalco que es fundamental cuestionar si el enfoque exclusivo en la compra de armas es un camino valido para mejorar la seguridad, particularmente en Ecuador, ya que también se necesita inversión en políticas públicas, educación y salud.

Las posibles repercusiones del regreso de Trump a la Casa Blanca abarcan un impacto global también en términos simbólicos. Trump lideraría la mayor potencia bélica del mundo con un discurso de gran intolerancia, racismo y misoginia, enviando un mensaje peligroso para los ideales democráticos en sus diferentes vertientes. Su regreso no representa tanto una derrota de la izquierda, ya que Biden no puede considerarse como tal, sino más bien la derrota electoral de una corriente de capitalismo liberal.

Es interesante observar ciertas analogías históricas, especialmente con las décadas de 1930 en Italia y Alemania, cuando, bajo un contexto de crisis económica y de temor al comunismo, surgieron movimientos nazi-fascistas. Aunque el contexto actual es distinto, el ascenso de discursos extremistas en un momento de profunda insatisfacción económica y social tiene paralelismos.

La situación actual, sin embargo, se enmarca en una nueva era de comunicación digital y redes sociales, donde la saturación informativa y la influencia política en línea son masivas. Al igual que en los años 30 y 40 del siglo pasado, las tecnologías de la comunicación e información están siendo instrumentalizadas en favor de discursos extremistas. La radio ha sido, en su auge, una gran difusora de nazi-fascismo. Hoy en día la extrema derecha ha encontrado un espacio abierto y, supuestamente, irrestricto, para presentar teorías que niegan la ciencia, el calentamiento global, y refuerzan discursos de odio.

La elección de Trump pone en jaque nuestra capacidad, desde Latinoamérica, para fortalecer nuestras democracias, forjando un escenario donde no sean ignoradas las pautas identitarias que han marcado la campaña de Kamala a la presidencia, pero que tampoco sean vaciadas, sin una correlación con políticas sociales, que permitan frenar el intenso proceso precarización laboral pos pandemia y la fuerte presión sobre los recursos naturales que estamos viviendo.

 

 

 

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