Alemania comenzará a partir de este lunes a controlar de manera temporal todas sus fronteras terrestres a fin de reducir la migración irregular, pese al rechazo de sus países vecinos y en medio de acusaciones de que la medida asesta un duro golpe al espacio europeo Schengen de libre circulación.
Los controles policiales comenzaron en las fronteras con Francia, Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Dinamarca el lunes por la mañana y se esperaba que continuaran seis meses. Alemania ya tenía controles en sus fronteras con Polonia, República Checa, Austria y Suiza desde el año pasado.
Los controles de frontera están poniendo a prueba la unidad europea porque algunos los ven como un alejamiento de la zona de libre circulación de personas de la UE, conocida como Schengen. La libertad de los ciudadanos europeos para cruzar fronteras libremente por trabajo o placer es uno de los beneficios más apreciados de la UE.
El impopular gobierno de coalición del canciller alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz, ha impuesto los controles de frontera dentro de un esfuerzo por limitar la inmigración irregular tras ataques extremistas recientes y el buen resultado de la ultraderecha en dos elecciones estatales en el este de Alemania. El próximo domingo hay otros comicios en Brandenburgo, el estado que rodea Berlín.
“No podemos confiar en nuestros vecinos”
Scholz defendió el sábado los controles en un acto en Brandeburgo, donde la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) lidera las encuestas de cara a los comicios regionales del próximo domingo.
“La migración irregular no es lo que queremos”, afirmó, y señaló que “no era bueno” que de las 300.000 personas que llegaron el año pasado a Alemania solo una parte tenía derecho a protección.
“Desafortunadamente, no podemos confiar completamente en que todos nuestros vecinos hagan las cosas como deberían”, afirmó.
La coalición de Scholz está bajo presión ante el auge de la ultraderecha en el este del país y una oposición democristiana que insiste en el rechazo generalizado de solicitantes de asilo en las fronteras alemanas, algo que el Gobierno considera contrario al derecho europeo.
Tres personas murieron el mes pasado en un ataque con arma blanca atribuido a un solicitante de asilo sirio en Solingen. El sospechoso dijo haberse inspirado en el grupo Estado Islámico. En junio, un ataque con cuchillo atribuido a un inmigrante afgano dejó a un policía muerto y otros cuatro heridos.
Con los controles Alemania quiere “reducir aún más la migración irregular, detener a los contrabandistas, detener a los delincuentes e identificar y detener a los islamistas en una etapa temprana”, afirmó este domingo la ministra del Interior, Nancy Faeser.
“Seguimos actuando en estrecha coordinación con nuestros países vecinos. También queremos garantizar que los controles afecten lo menos posible a las personas en las regiones fronterizas, a los viajeros, al comercio y a la economía”, aseguró.
Alemania alega que los controles en las fronteras interiores con Polonia, la República Checa, Austria y Suiza, en vigor desde octubre de 2023, demuestran la eficacia, pues han permitido rechazar a más de 30.000 personas que intentaron entrar de forma ilegal al país desde entonces.
Faeser asegura que además hay una quinta parte menos de solicitudes de asilo y una quinta parte más de devoluciones.
Berlín sostiene no obstante que hay que tener en cuenta la carga global que soporta Alemania, en particular las capacidades limitadas de los municipios en términos de alojamiento, así como en los ámbitos de educación e integración debido a la admisión de 1,2 millones de refugiados de Ucrania y la migración de asilo de los últimos años.
Críticas de vecinos y otros países
Alemania se esfuerza así por justificar su actuación tras las críticas de algunos vecinos, pero también de países comunitarios como Grecia.
Scholz llamó el viernes al primer ministro polaco, Donald Tusk, para asegurarle que la medida se ajusta al ordenamiento jurídico europeo.
El político polaco liberal calificó de “inaceptable” el anuncio de Berlín y anunció consultas urgentes con los otros países afectados en la Unión Europea (UE).
El Gobierno austriaco anunció que no aceptaría a personas rechazadas en la frontera alemana. “No hay margen de maniobra”, afirmó el ministro del Interior austríaco, Gerhard Karner.
También otros países europeos se han pronunciado sobre la medida.
El primer ministro griego, el conservador Kyriakos Mitsotakis, señaló que la cuestión migratoria no se puede resolver con la “abolición unilateral” del acuerdo de Schengen, en referencia a la reciente decisión del Gobierno alemán de reinstaurar controles fronterizos terrestres con sus países vecinos.
En Hungría, el primer ministro, Viktor Orbán, conocido por su postura ultranacionalista y contrario a la inmigración, aplaudió la decisión germana, pero el ministro de Gobernación, Gergely Gulyás, afirmó que Alemania ha destruido la zona de Schengen, primero en 2015, cuando permitió la entrada masiva de refugiados, y ahora con los nuevos controles fronterizos.
La Comisión Europea por ahora solo ha recordado que el Código de Fronteras Schengen permite a los Estados miembros introducir controles fronterizos en situaciones de amenaza, siempre que se considere “necesario y proporcionado”.
Según la UE, los estados miembros pueden reintroducir controles de forma temporal en las llamadas fronteras internas de la UE en caso de amenaza grave, como un riesgo para la seguridad interna. Pero también indica que los controles fronterizos deben aplicarse como último recurso en situaciones excepcionales y deben ser limitadas en el tiempo.
A menudo, esas medidas se toman durante grandes eventos deportivos, como los recientes Juegos Olímpicos en París o la Eurocopa de fútbol.
(Con información de EFE y AP)