Las bebidas gaseosas y azucaradas, los snacks dulces y salados, los caramelos, los panes industriales, las tortas y galletas, los cereales endulzados para el desayuno, los productos cárnicos, como las hamburguesas, y los platos previamente preparados, entre otros, forman parte de los llamados “productos ultraprocesados”. Se les suele decir “comida chatarra”.
La ciencia los tiene en la mira desde hace años, y ahora un grupo de investigadores de Irlanda, Francia, Australia y los Estados Unidos hicieron una revisión sistemática general de estudios y revelaron hallazgos contundentes sobre los efectos perjudiciales de los ultraprocesados.
Hay pruebas sólidas de que una mayor exposición a los alimentos ultraprocesados se asocia a un mayor riesgo de desarrollar al menos 32 efectos dañinos para la salud humana, incluyendo el cáncer, las principales afecciones cardíacas y pulmonares, los trastornos mentales y la muerte prematura.
Las conclusiones fueron publicadas en la revista The BMJ, y demuestran que las dietas con alto consumo de alimentos ultraprocesados pueden ser perjudiciales para muchas personas.
Los investigadores subrayan que se requieren medidas urgentes dirigidas y encaminadas a reducir la exposición de las personas a esos productos y que ayuden a comprender mejor los mecanismos que los relacionan con la mala salud.
Los alimentos ultraprocesados, entre los que se incluyen productos de panadería y aperitivos envasados, bebidas gaseosas, cereales azucarados y productos listos para consumir o calentar, se someten a múltiples procesos industriales y a menudo contienen colorantes, emulgentes, aromatizantes y otros aditivos.
También suelen tener un alto contenido en azúcares añadidos, grasas, y sal, pero un bajo contenido en vitaminas y fibra. Pueden representar hasta el 58% de la ingesta energética diaria total en algunos países de ingreso alto, y han aumentado rápidamente en muchas naciones de renta baja y media en las últimas décadas.
Muchos estudios y metaanálisis anteriores han relacionado los alimentos muy procesados con la mala salud, pero ninguna revisión exhaustiva había aportado aún una evaluación amplia de las evidencias.
Para acortar esa brecha, los investigadores llevaron a cabo la revisión general de 45 meta-análisis agrupados distintos de 14 artículos de revisión que asociaban los alimentos ultraprocesados con resultados adversos para la salud. Todos los artículos de revisión se publicaron en los últimos tres años y contaron con casi 10 millones de participantes. Ninguno estaba financiado por empresas dedicadas a la producción de alimentos ultraprocesados.
En general, los resultados muestran que una mayor exposición a alimentos ultraprocesados se asoció sistemáticamente con un mayor riesgo de 32 resultados adversos para la salud.
Las evidencias convincentes mostraron que una mayor ingesta de alimentos ultraprocesados se asoció con un aumento del 50% en el riesgo de muerte relacionada con enfermedades cardiovasculares.
También detectaron que el consumo de los ultraprocesados está involucrado con el aumento del 48-53% en el riesgo de ansiedad y trastornos mentales comunes, y un aumento del 12% en el riesgo de diabetes tipo 2.
Muchos estudios y metaanálisis anteriores han relacionado los alimentos muy procesados con la mala salud, pero ninguna revisión exhaustiva había aportado aún una evaluación amplia de las evidencias.
Para acortar esa brecha, los investigadores llevaron a cabo la revisión general de 45 meta-análisis agrupados distintos de 14 artículos de revisión que asociaban los alimentos ultraprocesados con resultados adversos para la salud. Todos los artículos de revisión se publicaron en los últimos tres años y contaron con casi 10 millones de participantes. Ninguno estaba financiado por empresas dedicadas a la producción de alimentos ultraprocesados.
En general, los resultados muestran que una mayor exposición a alimentos ultraprocesados se asoció sistemáticamente con un mayor riesgo de 32 resultados adversos para la salud.
Las evidencias convincentes mostraron que una mayor ingesta de alimentos ultraprocesados se asoció con un aumento del 50% en el riesgo de muerte relacionada con enfermedades cardiovasculares.
También detectaron que el consumo de los ultraprocesados está involucrado con el aumento del 48-53% en el riesgo de ansiedad y trastornos mentales comunes, y un aumento del 12% en el riesgo de diabetes tipo 2.
Pruebas muy sugerentes también indicaron que una mayor ingesta de alimentos ultraprocesados se asoció con un 21% más de riesgo de muerte por cualquier causa, un 40-66% más de riesgo de muerte relacionada con enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes tipo 2 y problemas de sueño, y un 22% más de riesgo de depresión.
Las pruebas de la relación entre la exposición a esos productos y el asma, la salud gastrointestinal, algunos tipos de cáncer y los factores de riesgo cardiometabólico, como los niveles elevados de grasa en sangre y bajos de colesterol “bueno”, siguen siendo limitadas, reconocieron los investigadores.
Comentaron que las revisiones generales sólo pueden proporcionar una visión general de alto nivel y no pueden descartar la posibilidad de que otros factores no medidos y las variaciones en la evaluación de la ingesta de alimentos ultraprocesados puedan haber influido en sus resultados.
Sin embargo, el uso de métodos sistemáticos rigurosos y preespecificados para evaluar la credibilidad y la calidad de los análisis sugiere que los resultados resisten el escrutinio.
Por ello, concluyeron en el trabajo: ”Estos hallazgos apoyan la investigación mecanicista urgente y las acciones de salud pública que buscan dirigir y minimizar el consumo de alimentos ultraprocesados para mejorar la salud de la población”.
Los alimentos ultraprocesados dañan la salud y acortan la vida, afirman los investigadores en un editorial vinculado. Hicieron estas recomendaciones para controlar y reducir la producción y el consumo de esos productos:
Señalan que la reformulación no elimina los daños, y la rentabilidad disuade a los fabricantes de cambiar para elaborar alimentos nutritivos, por lo que son esenciales las políticas y medidas públicas sobre los alimentos ultraprocesados.
Se debería establecer el etiquetado en la parte frontal del envase, la restricción de la publicidad y la prohibición de la venta en escuelas y hospitales o cerca de ellos (estas medidas ya rigen en algunos países).
Se deberían tomar medidas fiscales y de otro tipo para hacer más accesibles a los alimentos no procesados o mínimamente procesados y las comidas recién preparadas.
También propusieron que los organismos de las Naciones Unidas, junto con los Estados miembros, elaboren y apliquen un convenio marco sobre alimentos ultraprocesados similar al que ya existe desde 2003 para el control del tabaco, y que promuevan ejemplos de buenas prácticas.
Los alimentos ultraprocesados son mucho más que simples alimentos “modificados”, sostuvo el doctor Carlos Monteiro, investigador en nutrición y director del Centro de Estudios Epidemiológicos en Salud y Nutrición de la Universidad de San Pablo, Brasil, quien no participó en la nueva investigación.
Monteiro fue el investigador que acuñó el término “alimento ultraprocesado” en el año 2009, cuando desarrolló NOVA, un sistema de clasificación de alimentos en cuatro categorías.
El grupo uno de su sistema está formado por alimentos no procesados o mínimamente procesados, como frutas, verduras, huevos y leche. El grupo dos incluye ingredientes culinarios como sal, hierbas, aceites y similares. El grupo tres son los alimentos procesados que combinan los grupos uno y dos: los productos enlatados y las verduras congeladas son algunos ejemplos.
“Son fórmulas de ingredientes baratos, a menudo manipulados químicamente, como almidones modificados, azúcares, aceites, grasas y aislados de proteínas, a los que se añade poco o nada de alimento integral”, afirma Monteiro, catedrático de Nutrición y Salud Pública, en un editorial adjunto en The BMJ.
El grupo cuatro son los alimentos ultraprocesados, que, según Monteiro, se hacen más sabrosos y tentadores mediante el uso de combinaciones de sabores artificiales, colorantes, espesantes y otros aditivos que han sido “vinculados por pruebas experimentales y epidemiológicas a desequilibrios en la microbiota intestinal y la inflamación sistémica”.
”No existen razones para creer que los seres humanos puedan adaptarse plenamente a estos productos”, escribió Monteiro en el editorial. De acuerdo con este experto, también los organismos de salud pública y los gobiernos deberían regularlos como sugieren los autores del trabajo publicado.
“El nuevo estudio publicado en The BMJ es el primero que sintetiza los meta-análisis de estudios sobre los productos ultraprocesados. La evidencia científica demuestra que un mayor consumo de ultraprocesados aumenta el riesgo de efectos adversos en la salud humana. Se destaca que ninguno de esos trabajos que se revisan tienen conflicto de interés, ya que no estuvieron financiados por la industria que elabora los productos, que incluyen nutrientes críticos, como sal y azúcar, y aditivos”, dijo a Infobae la licenciada Victoria Tiscornia, nutricionista e investigadora de la organización no gubernamental FIC Argentina.
“Por sus ingredientes y su alto nivel de procesamiento, los ultraprocesados son de mala calidad nutricional y generan adicción. Generan poca saciedad y eso hace que se los consuma más —comentó Tiscornia—. En el nuevo estudio, hay evidencias que contribuyen a la mortalidad prematura y diferentes trastornos como la obesidad, la diabetes y la depresión. Estos resultados señalan que debe haber políticas públicas de salud que reduzcan su consumo y protejan la salud de la población”.
En la Argentina, “hay un alto consumo también: un tercio de las calorías consumidas por día provienen de los ultraprocesados. Las niñas, los niños y los adolescentes consumen incluso más que el resto de la población”, señaló.
Hoy se cuenta con la ley de alimentación saludable, que incluye no solo los sellos negros en los paquetes sino también la prohibición de publicidad para las infancias y se promueven las escuelas saludables. “Es urgente que el Estado fiscalice la norma y que se concreten los cambios en las escuelas”, advirtió Tiscornia.
Texto original de Infobae