El Ataque CerebroVascular (ACV) es un evento agudo y es el resultado de una enfermedad crónica qué se presenta con la interrupción del flujo de sangre a una parte del cerebro, por una obstrucción generado por un coágulo (trombo) sanguíneo o por la rotura de un vaso sanguíneo en el cerebro; si esta interrupción al flujo de sangre es transitoria se llama ictus, suele durar unos pocos minutos y no genera un daño permanente.
Diariamente el ECU 911 recibe alertas relacionadas con ataques cerebrovasculares (ACV), que solo en lo que va de 2022 suman 1.285. Si se contabiliza este indicador desde 2019, la cifra alcanza los 12.223 casos. Según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) en 2020 cerca de 5.000 personas fallecieron por esta condición. Pero, lo más alarmante es que el ACV se ubica como la tercera causa de muerte en el país y en promedio 1 de cada 4 ecuatorianos mayores de 26 años tendrá un ataque cerebrovascular a lo largo de su vida, es decir cerca del 25% de la población.
En el caso de los niños se puede presentar un ACV por razones como malformaciones congénitas, problemas cardíacos o de nacimiento.
Más cifras
Entre el 25% y el 40% de las personas con un ACV tienen algún tipo de discapacidad, el 30% desarrollan demencia a lo largo de 5 años, entre el 5% y 15% pueden repetir el ACV dentro del primer año y un 40% a los 5 años. Es una enfermedad costosa debido al gran número de lesiones prematuras, por el estado de salud de las personas necesitan una asistencia en casa, acompañada muchas veces de fisioterapia, terapia de lenguaje y terapia psicológica. Es la primera causa de mortalidad y la primera causa de discapacidad en el mundo.
Durante un ictus, por cada minuto se destruyen 1.9 millones de neuronas. Se destruyen 14 billones de sinapsis, es decir la unión de neurona con neurona, se dañan 12 km de fibras de mielina y es importante decir que el cerebro isquémico envejece 3.6 años por cada hora de iniciado el ACV. Esta es la importancia de actuar de inmediato.
También puede ocurrir que no se presente la obstrucción de la arteria, sino un derrame es decir se rompe una arteria ocasionando que tanto las neuronas como las células nerviosas no reciban el oxígeno suficiente y nutrientes por lo tanto mueran o queden con un daño permanente.
Los factores de riesgo para un ACV son muy conocidos:
Hay un aspecto importante a tener en cuenta en cuanto a los factores de riesgo, porque hay factores modificables y no modificables. Entre los que sí podemos modificar son: el estrés, hipertensión arterial, diabetes, dislipidemias, fibrilación auricular, tabaquismo, obesidad, sedentarismo, insuficiencia cardiaca. Entre los factores no modificables, es decir que no podemos cambiar están la genética, sexo, edad y antecedentes familiares.
¿Cómo detectarlo?
Hay tres signos y síntomas principales que alertan la presencia de un ACV. 1) Se les cae un lado de la cara o asimetría de la sonrisa 2) debilidad en brazo o entumecido, caída de un brazo o parálisis lateral 3) Dificultad para hablar o articular palabras, adicionalmente puede la persona experimentar pérdida del equilibrio o de visión en uno o ambos ojos. También se pueden presentar otras manifestaciones como la imposibilidad de que la persona reconozca ciertos objetos o sea incapaz de describir y explicar una imagen.
Si se presenta cualquiera de estos síntomas hay que llamar inmediatamente al servicio de urgencias, para un traslado los antes posible a un hospital que cuente con servicio de tomografía, para un diagnóstico certero y así realizar la intervención farmacológica de inmediato. Las cuatro primeras horas son vitales, de esa manera se evitará que el coágulo se solidifique y sea más fácil diluirlo con los tratamientos.
¿De qué manera lo prevenimos?
La prevención es posible para evitar la aparición de la ACV, controlando los factores que la predisponen: empezando por el estrés, sedentarismo, tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, la inflamación crónica de bajo grado y sus consecuencias, hipertensión arterial, diabetes, hipercolesterolemia, obesidad y fibrilación auricular, es lo que llamamos prevención primaria.
De lo contrario reconocer los síntomas precozmente lo que permitirá actuar a tiempo para prevenir sus secuelas es la prevención secundaria
Lo ideal es la prevención primaria es decir evitar que se presente el ACV y eso se logra controlando la hipertensión arterial, la diabetes, el tabaquismo, el exceso de colesterol, el consumo excesivo de alcohol, la obesidad, el sedentarismo, las afecciones cardíacas, entre otras.
Pero si bien el médico especialista no puede cambiar los genes, si puede ayudar a controlar la inflamación crónica, la inflamación de bajo grado, el colesterol, el exceso de triglicéridos en la sangre, entre otros; asimismo se puede modificar la expresión genética (epigenética).
El control del estrés es primordial porque produce el aumento de dopamina y está sube los niveles de adrenalina, que a su vez genera hipertensión, una nutrición rica en azúcar y carbohidratos refinados causan hiperglicemia, es decir elevados niveles de azúcar en la sangre, lo cual aumenta la insulina y altera el metabolismo del sodio en el riñón, que también conllevan a la hipertensión arterial. La ingesta de magnesio y potasio mediante el consumo abundante de verduras ayuda significativamente a controlar la hipertensión.
Asimismo, debemos proporcionar al organismo vitaminas C, que ayuda a relajar las arterias y la encontramos en frutas como la manzana, el kiwi, la naranja, la uva, la guayaba, el tomate de árbol, el limón, la toronja, papaya, maracuyá, en especial en las frutas cítricas. También la contienen las coles de Bruselas, el brócoli.
La vitamina D es muy importante ya que ayuda a controlar la expresión genética y contribuye al control y prevención de la hipertensión. Esta vitamina se obtiene de tres maneras: a través de la piel, de la dieta y de suplementos que el médico prescribe por vía oral. La piel produce la vitamina D al exponerse directamente a la luz solar siendo la mejor manera de obtener buenos niveles de vitamina D, por eso, con frecuencia se denomina la vitamina de la “luz del sol”. Para ello se recomienda exponerse a los rayos solares de 15 a 20 minutos diarios, entre las 07:00 y las 09:00 en los sitios en los que el sol sale temprano y con la menor cantidad de ropa posible. Otra hora recomendada es entre las 16:00 y las 17:00.
La vitamina K2, es muy necesaria para evitar que el calcio se acumule en las arterias, que junto al LDL oxidado forman las placas de ateromas; la mejor estrategia para aumentar los niveles de vitamina K2 es el consumo de vegetales verdes a diario y en abundancia, porque contienen vitamina K1 que las bacterias digestivas se encargan de transformar en K2. El magnesio ayuda a la fijación del calcio en los huesos y relajación de las arterias, las vitaminas del complejo B como la B12 y B9 que reducen la homocisteína que es un factor de riesgo cardiovascular. Si a ello se incorpora actividad física y se duerme de aproximadamente de 7 a 8 horas diarias se previenen los factores de riesgo de un ataque cerebrovascular.
Y por supuesto no olvidar la importancia que tiene el consumo de omega 3 (EPA y DHA). Más de 11.000 artículos dan fe de muchos beneficios de Omega 3, específicamente los ácidos EPA y DHA. Se ha demostrado que EPA y DHA brindan beneficios para la salud del corazón y la salud del cerebro. Ayudan a prevenir los ataques cardíacos y la enfermedad cardiovascular en general, alivian el dolor y la inflamación, mejoran de la destreza mental y prevención de las demencias. La American Heart Association (AHA) ha respaldado actualmente el uso de omega 3 Ácidos grasos Poliinsaturados (PUFA) en una dosis de aproximadamente 1 g/día de DHA y EPA combinados, ya sea en forma de pescado graso o suplementos de aceite de pescado (en cápsulas o en forma líquida) en pacientes con cardiopatía coronaria documentada. Los beneficios para la salud de estos ácidos grasos de cadena larga son numerosos y siguen siendo un área activa de investigación.
Referencias:
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- Cirugía y Cirujanos. 2015;83(6):543—551. ISSN: 0009-7411
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