Únicamente existen tres reacciones posibles cuando estamos ante un peligro: huir, enfrentarlo o quedarnos paralizadas. Nuestra amígdala, la parte emocional del cerebro, es capaz de hacer un análisis detallado en tiempo récord y decidir cuál es la mejor opción para mantenernos a salvo. Creemos que somos presas del miedo cuando en realidad es el encargado de protegernos, y muchas de las decisiones que tomemos en la vida dependerán de si nos atrevemos a conocerlo o preferimos evitarlo a toda costa.
Elena García Donoso es conferenciante, formadora y mentora personal especializada en la gestión del miedo y liderazgo. También ha escrito el libro Las cosas más bonitas de la vida están al otro lado del miedo, donde cuenta su experiencia exponiéndose e investigando esta emoción para ayudar a gestionarlo y comprenderlo. Además, tiene un máster en programación neurolingüística y es instructora de alto impacto y firewalking por el Instituto Fire. Ella nos da las claves para amistarnos con esta emoción, tan común como denostada.
Si el miedo es algo que siempre está presente en nuestras vidas, tendrá una función. Cuéntanos cuál es y para qué sentimos miedo.
Hemos crecido escuchando la frase “no tengas miedo”, como si eso fuera posible. Es normal, la gestión emocional y la neurociencia son disciplinas que no tienen tantos años entre nosotros como para que hayan calado en la sociedad. Sin embargo, gracias a ellas sabemos que no tener miedo es imposible, además de muy poco recomendable.
El miedo es una de las 6 emociones básicas del ser humano, las cuales son la forma en la que el cerebro se comunica con nosotros y cada una de ellas tiene una función. Todas tienen una intención positiva aunque, a veces, sentirlas no sea nada agradable. El miedo es el responsable de nuestra supervivencia, nos avisa de un posible peligro, pero ojo, no nos aclara que sea real.
Debemos comprender que el miedo nace como emoción cuando nosotros nacemos como raza. Antes, las necesidades de supervivencia eran conseguir comida o resguardarnos del frío, hoy en día, en sociedades como la nuestra, las necesidades han evolucionado y en su mayoría son más de tipo psicológicas, queremos un trabajo que nos guste, sentirnos realizados, un entorno que nos quiera… Con las nuevas necesidades aparecen nuevos miedos: miedo al fracaso, al rechazo, a la soledad, a sufrir, a no ser suficiente, etc., claro, ante el león lo de salir corriendo tenía sentido, pero, ¿y ante el miedo al fracaso?, ¿tiene sentido huir?
Tú puedes tener miedo, lo importante es que el miedo no te tenga a ti.
Por eso, cuando mis clientas llegan a mentorías o tengo formaciones en empresas sobre los miedos que aparecen en un entorno laboral, lo primero que hago es enseñarles a naturalizarlo, a comprender y escuchar a la emoción desde la calma, la serenidad y la racionalidad.
Si no queremos que el miedo nos controle, debemos aprender a controlarlo nosotros. ¿Cómo se consigue esto?
Cuando sube la emoción, baja la inteligencia. Esta frase representa lo que sucede en el cerebro cuando se activan los mecanismos del miedo, por eso, aprender a gestionarlo es convertir la emoción en un plan de acción, porque estimulamos el córtex prefrontal, lo ponemos a pensar para hacerle ver al cerebro que ese peligro no esta sucediendo. En mi libro cuento en detalle el método en 6 pasos que he creado, el cual te permite saber qué es realmente lo que te asusta y desgranarlo en pequeñas partes para poder gestionarlo, llevando a cabo acciones concretas.
Háblamos de tu método en 6 pasos para la gestión del miedo
- Concreta. No podemos gestionar las grandes etiquetas como el miedo al fracaso o al rechazo, nos sirven de punto de partida, pero necesitamos identificar qué es lo que te da miedo y convertirlo en un objetivo.
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Identifica las señales del cuerpo. El miedo se refleja de 3 formas: pensamientos, conducta y fisiología. ¿Qué te dices?, ¿cómo te hablas? El lenguaje crea realidades y también las destruye.
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Encuentra tu para qué. Si hay una fase importante en el plan es esta. ¿Para qué estás dispuesto a sentir el miedo?, ¿cuál es tu motor? Encuéntralo y tendrás la motivación que te hará seguir adelante, incluso en esos días en los que aparezcan obstáculos y te sientas desmotivada.
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Entrevista a tu miedo. Aquí empezamos con el proceso de racionalización. El miedo solo tiene una pregunta, ¿y si…? Tú tienes muchas más, en las formaciones doy hasta 30, de forma que tú misma elabores tu propio plan.
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Decide. Una vez que tienes un plan toca tomar una decisión: sí o no. Cada uno debe evaluar su escenario. Si has dicho que sí, toca pasar a la última fase.
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Actúa. Ningún miedo se supera solo pensando, así que debemos actuar.
Para ir un paso más allá propones un programa de alto impacto. ¿De qué se trata y qué podemos conseguir con él?
Yo siempre quise demostrar que la gestión del miedo es posible y para eso tuve que ir más allá de la teoría que daba en las formaciones o en los libros. Gracias a mis experiencias viajando por medio mundo, conociendo culturas tan extremas como los Inuits en el Ártico o los Hadzabe en el interior de Tanzania, y buceando con tiburones, he podido constatar que somos capaces de mucho más de lo que pensamos cuando no vemos el miedo como un impedimento.
Busqué algo que pudiera complementar la formación de gestión del miedo, una experiencia que les hiciera traspasar los límites de lo físico y vivir una experiencia que generase un anclaje inmediato y muy potente en la mente. Utilizo dinámicas como el arrowbreaking (rotura de fleche), glasswalking (caminar sobre cristales) o firewalking (caminar sobre brasas) para traspasar los límites y crear un recuerdo de confianza, seguridad y fortaleza, cuya sensación aplicaremos a todos esas circunstancias en las que en el futuro nos digamos, “no puedo, tengo miedo”.
El año que viene llegarán nuevas experiencias de alto impacto. Para mí viajar ha sido mi gran escuela y así ha nacido Viajes al otro lado del miedo, donde iremos subiendo de nivel en las aventuras y destinos. Nos enfrentaremos a nuestros miedos para convertirlos en lo que son, compañeros de vida que nos avisan pero no nos condicionan.
Texto original publicado en Revista VOGUE