Pocos días han pasado desde cuando dialogaba con Charles Michel Geurts, embajador de la Unión Europea en nuestro país, él se refería a un hecho cierto y digno de destacar en la construcción de ese proceso de integración, se trata de que cada una de las distintas crisis que vienen enfrentando se ha tomado como oportunidad para avanzar y profundizar hacia el logro de objetivos compartidos ampliamente. Crisis recientes son la salida del Reino Unido del proceso -fenómeno denominado “Brexit”-, posteriormente la pandemia, y últimamente, la guerra reinstalada en el viejo continente por las acciones bélicas de Rusia contra Ucrania. Agregaba que cada capítulo de esa historia antes que causar un efecto dominó negativo para la Unión, más bien ha servido para fortalecerla detonando estrategias compartidas por la organización supranacional y los estados miembros, centradas en nuevos y viejos objetivos estratégicos.
En nuestro contexto antoja pensar que el país carga sobre sus hombros una mala racha de enormes proporciones que no le permite avanzar sobre la base de metas comunes, sino que lo frenan y condenan a vivir en una especie de crisis permanente donde pocos ganan en desmedro de muchos. Episodios de este devenir son las crisis económicas y de corrupción, el terremoto de 2016 con graves afectaciones a la costa -Manabí y Esmeraldas, especialmente-, la crisis de octubre de 2019, también la pandemia, y nuevamente movilizaciones de organizaciones indígenas y otras.
Se supone que todos anhelamos un mejor Ecuador, y que por esto debemos hacer nuestro mejor esfuerzo, para lo cual necesitamos una política práctica de objetivos compartidos, constructiva y enmarcada en la Constitución y la ley, que sirva sobre todo a los intereses generales; también requerimos sensatez, respeto y diálogo de los principales actores involucrados. Los distintos actores sociales deben sentarse a dialogar -no hay otra vía para lograr acuerdos racionales y estables-, dejando de lado actitudes impositivas, todo con el fin de reconducir procesos encaminados a preservar la democracia, el Estado de Derecho, la institucionalidad, y los derechos de todos. Las crisis deben servir para unirnos en un gran “Equipo Ecuador”, capaz de jugar unido bajo condiciones adversas -como nuestra selección mundialista-, para ganarle por goleada al caos y la ilegalidad, a la inequidad, al populismo irresponsable y abusivo.
Texto original publicado en el Telégrafo