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Cómo el asalto al Capitolio cambió -o no- a Estados Unidos

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Por más de dos siglos, la certificación de los votos por parte del Congreso en las elecciones presidenciales de EE. UU. fue considerada una formalidad. Sin embargo, el 6 de enero de 2021 se convirtió en una llamada de atención, en un acontecimiento que para muchos sacudió los cimientos de la democracia del país norteamericano. Un informe de DW.

Mientras los legisladores estadounidenses se reunían para certificar la victoria de Joe Biden, el entonces presidente, Donald Trump, se dirigió a sus seguidores, quienes durante semanas habían sido influenciados por la “gran mentira” de los medios de comunicación de derecha, los movimientos de teoría de la conspiración como QAnon y los grupos neofascistas como los Proud Boys, en la que se aseguraba que Biden había robado las elecciones presidenciales de 2020.

En un esfuerzo por “detener el robo”, un grupo de leales a Trump causó disturbios, irrumpió en el Capitolio e intentó detener la certificación de la victoria de Biden.

Los disturbios en Washington dejaron cuatro manifestantes y un policía del Capitolio muertos, además de 140 agentes heridos. Una rara respuesta unificada de condena llegó desde ambos lados del espectro político estadounidense: “Es muy probable que haya habido una sensación de que esto fue más allá de los límites, que fue demasiado lejos. Trump fue demasiado lejos”, dijo Suzanne Spaulding, directora del proyecto Defendiendo las Instituciones Democráticas, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, en referencia a la reacción inicial de los republicanos después del ataque.

Los republicanos le tenían miedo a Trump

Sin embargo, cuando Trump fue acusado -y posteriormente absuelto- por incitar los disturbios, el clamor unificado se dividió según las líneas partidistas: “Creo que lo que (los republicanos) vieron en las semanas y meses siguientes es que (Trump) seguía teniendo el control del Partido Republicano”, señaló Spaulding, y añadió que el expresidente también amenazaba a los políticos republicanos que se distanciaban de él.

Trump y muchos de su círculo íntimo siguen siendo investigados por su rol en la insurrección. Pero en el tribunal de la opinión pública, con una gran cantidad de desinformación y mentiras tanto en las redes sociales como en los principales medios de comunicación, las acciones del expresidente parecen legítimas para muchos.

El camino hacia la justicia

Casi la mitad de los votantes republicanos creen que los disturbios fueron protestas legítimas, según una encuesta de la Universidad de Monmouth, de junio de 2021. Muchas de las personas que apoyaron a Trump creyeron en las mentiras y versiones sobre unas elecciones robadas. Algunos de ellos se enfrentaron a las consecuencias legales de sus acciones, y otros esperan ser juzgados.

El FBI utilizó las pruebas proporcionadas por las cámaras de vigilancia, los videos de YouTube y las grabaciones de los teléfonos móviles para acusar a 727 personas. Los cargos que se les imputan incluyen, por ejemplo, la obstrucción de un procedimiento oficial, uso de armas peligrosas y asalto. De los condenados, algunos recibieron multas insignificantes de 500 dólares (440 euros) por destrucción de bienes; otros, en tanto, cumplirán penas de prisión de más de cinco años por agredir a los policías.

La ruptura de la comunicación

Polarizados y divididos, los estadounidenses se fijan cada vez más en el papel de las redes sociales y de los principales medios de comunicación y en cómo los hechos son debatidos y distorsionados: “La gente recibe versiones cada vez más extremas de lo que ya ha consumido”, debido a los algoritmos de las redes sociales, dijo Regina Lawrence, decana asociada de la Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad de Oregón.

En lo que respecta al corrosivo diálogo de los medios de comunicación, Lawrence dijo que deseaba que las instituciones políticas abordaran de forma más decidida los acontecimientos del 6 de enero, para que los medios de comunicación lo hicieran de esta misma manera.

Más allá de los medios, hay formas más sencillas de comunicación que pueden ayudar a mejorar el consenso público sobre los acontecimientos ocurridos el 6 de enero, y sobre a quiénes hay que responsabilizar: “Hay buenas investigaciones que sugieren que, por muy difícil que sea, se debe escuchar lo más posible a aquellas personas que tienen esas creencias más extremas; entender que las razones por las que creen lo que creen puede resultar realmente útil”, dijo Lawrence.

Texto original publicado en DW

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