Estas pueden provenir de una fuente vegetal (legumbres, frutos secos, algunos hongos y algunos cereales) o de una fuente animal (carne, pescado, marisco, huevo, leche y derivados lácteos). La cantidad diaria de proteína recomendada para un adulto sedentario se debe calcular teniendo en cuenta que se necesitan unos 0,8 gramos por kilogramo de peso. Pero estos requerimientos pueden aumentar si se realiza actividad física con regularidad (de 1,1 a 1,5 gramos por kg) o si se practica a diario deporte de intensidad (de 1,2 a 2,5 gramos por kg).
Es cierto que en los últimos años existe una tendencia a primar los alimentos de origen vegetal, pero, independientemente de las consideraciones éticas en torno a la ingesta de este alimento, los omnívoros también buscan consumir carne de la forma lo más saludable y lo más sostenible posible. Hacemos un repaso de los distintos tipos de carne y cuáles son sus beneficios.
Según los dietistas-nutricionistas, las carnes magras son las más saludables porque son ricas en proteínas de alta calidad, pero bajas en grasa (debe contener menos de 10 gramos de grasa por cada 100 gramos de peso). De ahí que la Sociedad Española de Nutrición recomiende el consumo semanal de entre tres y cuatro raciones de carne magra. La carne del pollo, del pavo o del conejo es magra casi en su totalidad, mientras que el contenido magro de otras carnes que proceden del vacuno, del cordero o del cerdo dependerá del tipo de corte.
¿Es mejor el pollo o el pavo?
A la hora de elegir pollo o pavo (la pechuga será la parte más magra) existen diferencias en cuanto a la grasa que contienen. Así la carne de pavo aporta un 2% de grasa mientras que la de pollo aporta en torno a un 7%. Otra diferencia reside en el colesterol pues mientras que la pechuga de pavo tiene menos de 50 mg de colesterol por cada 100 gramos, la cantidad que aporta el pollo supera los 80 mg (por cada 100 gramos).
Aportan proteínas de alto valor biológico, vitaminas del complejo B (B3, B6 y B12), son ricas en triptófano y contiene minerales como el magnesio, el potasio, el fósforo y el zinc.
En cuanto a la conservación del pollo y el pavo cabe destacar que son alimentos que pueden estropearse fácilmente. Según la OCU podemos conservar unos filetes de pollo o pavo crudos de 1 a 2 días en el frigorífico (si están cocinados pueden aguantar en buen estado de tres a cuatro días) y unos nueve meses en el congelador, o incluso hasta 12 meses. Esto dependerá de la frescura de la carne.
Para saber si está en mal estado debemos fijarnos no solo en la fecha de caducidad, sino también en el color. Lo habitual es que la tonalidad sea rosada o ligeramente amarilla si pertenece a un pollo de corral alimentado con maíz. Si el tono es gris debemos desechar la carne al igual que si tiene un olor fuerte o desagradable que nos recuerde al de los huevos podridos. En cuanto a la piel debe ser tersa y brillante porque si está viscosa o pegajosa tal vez haya sufrido una contaminación bacteriana.
Conejo, una carne con pocas calorías
La carne de conejo es apreciada por sus propiedades nutricionales y organolépticas (sabor, textura y aroma). Además es buena opción para incluir en los menús bajos en calorías pues aporta 140 calorías por cada 100 gramos. De hecho la Sociedad Española de Arteriosclerosis indica que es una carne que puede consumirse diariamente.
Su carne aporta proteínas de alto valor biológico, pero además contiene fósforo, selenio y potasio y es baja en sodio. En cuanto a las vitaminas, incluye la B3, la B6 y la B12. Además no contiene ácido úrico.
Cerdo, una carne muy consumida
La composición de los cortes magros de cerdo de capa blanca como el lomo, el solomillo o la pierna se sitúan por debajo del 5% de la grasa total, con predominio de ácidos grasos poliinsaturados y monoinsaturados. Además, tal como apuntan en la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria alrededor del 70% de la grasa de la carne de cerdo de capa blanca es subcutánea y se puede eliminar fácilmente.
Incluye proteínas de alto valor biológico, vitaminas del grupo B y también destaca por su contenido en hierro, así como en de zinc, fósforo, magnesio y potasio.
La carne fresca de cerdo también ha sido reconocida por ser fuente de proteínas de alto valor biológico, por su aporte de vitaminas del complejo B (tiamina, B6, niacina, rivoflabina y B12) y minerales como el hierro, zinc, fósforo, magnesio y potasio, así como de otros componentes bioactivos con capacidad antioxidante, según revelan en Interporc.