Alex Feis-Bryce tenía 18 años cuando fue violado por un extraño en una fiesta.
Acababa de declararse gay y se mudó de su pequeña ciudad a Manchester, Inglaterra, para estudiar.
“Creo que fue la segunda vez que fui a un bar o pub gay. Mi amigo y yo nos encontramos con algunas personas que nos invitaron a una fiesta en una casa”, cuenta.
“Era desesperadamente ingenuo y quería hacer amigos y ser abierto con la gente. Acepté, pero mi amigo cambió de opinión en el último minuto”.
Alex fue llevado a una propiedad donde cree que fue drogado.
“El dueño de la casa me sirvió un trago y comencé a sentirme somnoliento. Me llevó a un dormitorio y poco después vino allí y me violó. Me sentí como si estuviera clavado a la cama”.
Al día siguiente, “el instinto de supervivencia entró en acción”.
Alex aceptó que el hombre lo llevara de regreso a la universidad y trató de enterrar lo que había sucedido.
“De hecho, pensé que la violación no es algo que les sucede a los hombres, así que tal vez no fue algo que me sucedió a mí”.
“Estaba programado para pensar que les pasa a las mujeres, y eso hizo que fuera mucho más difícil de procesar o denunciar a la policía, porque no pensé que me creerían “, dice.
Sin representación
Alex es ahora director ejecutivo de Survivors UK, una organización benéfica que ofrece apoyo a hombres, niños y personas no binarias que han sido violadas, agredidas sexualmente o abusadas.
Si bien es mucho más probable que las víctimas de violencia sexual sean mujeres, la Encuesta sobre Delitos de Inglaterra y Gales estima que uno de cada 100 hombres experimentó alguna forma de agresión sexual o intento de agresión en el año hasta marzo de 2020.
El año pasado, Reynhard Sinaga, “el violador más prolífico en la historia legal británica”, fue declarado culpable de atraer a 48 hombres fuera de los clubes de Manchester a su apartamento, no lejos del bar donde se acercaron a Alex.
Sinaga drogó y agredió a los hombres, filmando los ataques.
La investigación de Survivors UK sugiere que los hombres homosexuales y bisexuales pueden ser más propensos a sufrir agresiones sexuales que la población masculina en general.
En su encuesta con 505 hombres homosexuales y bisexuales, el 47% dijo que había experimentado una agresión sexual, y más de un tercio dijeron que sentían que no podían hablar con nadie sobre lo que había sucedido.
Es importante reconocer que la mayoría de las agresiones sexuales “ocurren dentro de la vida sexual que tenemos”, señala Alex.
“No queremos alimentar el estereotipo homofóbico de que los hombres homosexuales y bisexuales son más promiscuos o depredadores, pero queremos ser conscientes de los espacios ‘queer’ donde las personas tienen sexo consensuado pero donde se traspasan los límites: bares gay, saunas, sexo con drogas”.
“Esa es la parte desafiante pero importante de la investigación, (registrar eso) sin estigmatizar prácticas sexuales específicas”.
Todas las víctimas
Solo uno de cada siete participantes en la encuesta, realizada en agosto pasado, había denunciado un incidente de agresión sexual a la policía. De los que lo hicieron, aproximadamente una cuarta parte no se sintió creído o sintió que su queja no fue tomada en serio.
“Se trata de consentimiento. El sexo con drogas, por ejemplo, o cualquier sexo que no sea heteronormativo o convencional; el sexo con más de una pareja (por ejemplo) puede ser extremadamente estigmatizado”, indica Alex.
“Entonces, si alguien experimenta violencia sexual en circunstancias como esa, será menos probable que hable con la policía”.
La organización benéfica contra el abuso LGBT+ Galop también apoya a las personas que han sufrido abuso o violencia sexual.
“Los hombres homosexuales y bisexuales a menudo no se ven a sí mismos ni a sus experiencias representadas en la forma en que se habla de la violencia sexual, y hay muy pocos servicios de apoyo disponibles para ayudarlos”, indica la directora ejecutiva Leni Morris.
“De nuestra investigación sabemos que muchos nunca se presentarán a la policía, y quedarán abordando lo que les sucedió sin apoyo profesional”, indica Morris.
“Debemos asegurarnos de que la narrativa pública sobre la agresión sexual incluya a todas las víctimas, y que cada superviviente de violencia sexual sea capaz de acceder a la asistencia que necesita”.
Lee (no es su nombre real) tenía 15 años cuando fue ingresado en el hospital después de autolesionarse mientras luchaba por aceptar su sexualidad.
Allí fue abusado sexualmente por un consejero masculino durante más de un año, una experiencia que, según él, lo llevó a muchos años de trauma.
“Durante una buena década, esa experiencia impregnó otros niveles de mi funcionamiento. La agresión sexual o la violencia se sintieron normalizadas y no me cuidé muy bien”, cuenta.
“Necesitaba escapar de mi cabeza, pero la cura se convirtió en un caos y creé otro problema para mí, abusando de las drogas y el sexo para lidiar con la incomodidad y el malestar profundamente arraigados y para enfrentar lo que sentía”.
Cuando finalmente pidió apoyo, él tampoco sabía si lo que le había sucedido constituía una agresión sexual.
“Tal vez vi erróneamente que lo que él me hizo no era violento: no me golpeó ni pateó, no me violó y con eso deduje que podría continuar”.