De la arrogancia al llanto, así ha sido el paso de Pablo Iglesias por las elecciones en Madrid, en las que también intentó participar el expresidente ecuatoriano Rafael Correa con un llamado a la comunidad de migrantes a votar por quién ha sido un defensor de esa tragedia llamada chavismo en Venezuela y en América Latina.
Unidas Podemos, de Pablo Iglesias, se ubicó en quinto lugar en la Asamblea de Madrid, hasta por detrás de Vox y sin opciones de impedir la victoria de la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, y su reelección. El exvicepresidente de España se quedó sin nada y tras eso anunció su presunta salida de la política.
“Dejo todos mis cargos -dijo en una renuncia con evidente piola luego de obtener solo el 7,2 por ciento de los votos y sin tener cargos a los que renunciar-. Dejo la política, entendida como política de partido, como política institucional. Cuando uno no es útil tiene que saber retirarse”. ¿Cuál es la política institucional?
La actual presidenta y candidata por el Partido Popular, Isabel Díaz Ayuso, obtuvo una contundente victoria, con 65 escaños, 35 más de los que tenía hasta ahora. El partido de la izquierda que más apoyo recibió fue Más Madrid, que adelantó al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en votos. La derrota no solo fue de Unidas Podemos, sino también del PSOE, al perder 13 escaños desde las elecciones de 2019 y quedarse con 24 diputados.
El reconocimiento de la derrota de Iglesias busca reacomodar su partido. En ese reconocimiento de su derrota ya anunció quién sería la nueva presidenta del gobierno español y cómo será la oposición. Los derrotados creen que su presunto carisma llenará de votos a su favor en las urnas.
Eso pasó en Ecuador con el expresidente Correa que intentó pasearse como un meme en las caravanas de los candidatos de Unes y luego anunció un apoyo con piola al nuevo gobierno de Guillermo Lasso para luego anunciar la creación de un frente que iba a construir un poder llamado popular.
En América Latina, la derrota de Iglesias es vista también como una derrota del chavismo y del llamado socialismo del siglo XXI. Esa trillada frase de que yo ya no soy yo sino el pueblo, para justificar la instalación de un poder absoluto que a la larga no termina de cuajar, excepto en Venezuela, Cuba y Nicaragua con aparatos de represión dignos de cualquier novela del realismo mágico de Latinoamérica.
Si la renuncia de Iglesias fuera real, algo en duda porque en su camino para la construcción de Podemos apartó a casi todos sus allegados que podrían hacerle sombra, debería ser algo digno de imitarse por sus aliados y por quienes le apoyaron en América Latina como Lula, Evo Morales, Rafael Correa, Nicolás Maduro, Daniel Ortega y otros que sueñan con el poder indefinido de los Castro con el estribillo de yo ya no soy yo sino el pueblo.