The unending gift es un cuento corto de Borges donde relata la historia de un pintor, Jorge Larco, y su promesa de un cuadro. De su muerte se entera en New England y siente la tristeza de comprender que somos como un sueño. “Pensé en el hombre y en el cuadro perdidos. (Sólo los dioses pueden prometer, porque son inmortales.) (…). Pensé después: si estuviera ahí, sería con el tiempo una cosa más (…); ahora es ilimitada, incesante, capaz de cualquier forma y cualquier color y no atada a ninguno (…). Vivirá y crecerá como una música y estará conmigo hasta el fin. Gracias, Jorge Larco. (También los hombres pueden prometer, porque en la promesa hay algo inmortal.)”
A Antonio Aguirre Fuentes, impulsor del Proyecto de Psicoanálisis en el Hospital Psiquiátrico Lorenzo Ponce y quien hizo la reforma que dio curso a los Estudios Freudianos y Lacanianos en la Escuela de Psicología de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, lo conocí en los años que tuve la suerte de vivir en Guayaquil y asistir a algunos de sus seminarios. Su don de palabra y sus enseñanzas resultaron clave para entender los momentos que vivía el país. No había tema ajeno a su escuela y se involucraba con sus alumnos como un estudiante más.
Años más tarde, cuando comenzamos el proyecto DIALOGUEMOS, fue uno de los más importantes colaboradores. Sus textos cortos, siempre incisivos, de alguna forma me recordaban a Borges. Un admirador de la buena literatura, de Joyce y su Ulises. La última vez que lo vi personalmente fue en su casa en Guayaquil, cuando asistí a un conversatorio sobre populismo con un panel extraordinario.
Esa noche fuimos a cenar con su esposa en un hotel del centro de Guayaquil y volví a sentirme admirado por su don de la palabra, por su innata tarea de enseñar, de transmitir conocimientos, bastante fiel a la oralidad. Sin pose alguna de los llamados intelectuales. Podía pasar de la literatura, al psicoanálisis o la tecnología.
Después siguieron los diálogos, los contactos, las colaboraciones, al igual que los de Jessica Jara de Aguirre, quien hace una semana me contó muy alegre que se iba con Antonio de vacaciones a la playa y se iba a llevar algunos libros. No pude menos que alegrarme. La noche del miércoles en un mensaje de texto me anunció su muerte. Un infarto había acabado con su vida esas tarde en Guayaquil.
Después recordé ese cuento de Borges, las personas viven y crecen ahí, germinan lo sembrado pese a su ausencia física.