La noticia es de Ecuavisa. Una niña infectada con el Covid-19 había llegado en grave condición al Hospital del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social ubicado al sur de de Quito. El virus ya no solo ataca a personas de la tercera edad sino a personas de entre 18 y 45 años, las que llenan las camas de las salas de cuidados intensivos intensivos, mientras se intensifican las fiestas clandestinas y las reuniones sin mascarillas.
Un médico de ese hospital declaró que hasta el jueves había 110 personas estaban en la lista de espera de una cama en la unidad de cuidados intensivos para el Covid-19 y había otra lista de 60 en el servicio de emergencia esperando una cama de hospitalización en esa unidad.
Quito parecía la ciudad que mejor manejaba la emergencia sanitaria con la compra de pruebas para detectar el virus que, luego se supo, se suministraron a cuentagotas. Y muchas, de lo que se sabe, caducaron. La Fiscalía ha iniciado procesos por esos casos de aparente negligencia y, al parecer, envueltos en corrupción. Eso lo deberán determinar las autoridades y sancionar a los responsables.
El Ministerio de Salud ha anunciado la llegada de nuevos ventiladores donados por Estados Unidos que se están redistribuyendo para fortalecer el sistema de atención en los hospitales en Quito. Pero al parecer son insuficientes, porque la ciudad parece carecer de un liderazgo político que proponga soluciones.
En Quito parece existir solo disputas por el poder, al margen de la emergencia sanitaria, en las que ha pesado mucho el correísmo que ha comenzado una especie de guerra por retomar el poder, luego de supuestos llamados a respaldar la gobernabilidad, al mejor estilo del bucaramismo.
¿Qué tanta responsabilidad tienen las autoridades locales en el colapso del sistema de salud pública en la ciudad? Es una pregunta que todavía no tiene respuesta. Tal vez mucha.