La Superintendencias se convirtieron en el caballo de batalla del correísmo en los diez años de su mandato. Era una forma de que nada escapara a su radar. Una vez reconocida su derrota buscarán torpedear todo lo que haga el nuevo Gobierno, tal como lo hicieron con el de Lenín Moreno por su supuesta traición.
Su estrategia, sin embargo, ya es muy conocida. Al igual que la de sus medios digitales, que tienen la misma apertura y libertad para expresarse sin la espada de Damocles de la Superintendencia de Comunicación, el arma del correísmo para imponer lo que creía su verdad.
Ahora andan preocupados por las utilidades de una empresa en un año en el que la única estrategia de las empresas era sobrevivir y no solo puertas adentro, sino a escala global, porque la pandemia no solo golpea al Ecuador sino al mundo entero, mientras Rafael Correa culpa de su derrota a Jaime Vargas y a Lenín Moreno, porque él nunca se reconocerá culpable de nada, ni de sus derrotas.
Los estragos no pasaron. Ahora mismo el ministro de Salud plantea como un escenario un nuevo confinamiento por la nueva ola del Covid y sus variantes. Y en ese escenario, el Presidente electo Guillermo Lasso anunció que remitirá a la nueva Asamblea una reestructuración tributaria, la eliminación de la Secretaría Nacional de Educación Superior y la derogatoria de la Ley de Comunicación.
El objetivo del primer punto no es crear nuevos impuestos, sino reducirlos para reactivar la economía en el sector turístico; además de la eliminación del impuesto al 2% sobre las ventas de los microempresarios y la eliminación gradual del impuesto a la salida de divisas.
El correísmo tal vez debía haber esperado un tiempo prudencial para intentar ser oposición. Ya perdió en octubre de 2019 y en abril de 2021. La batalla será ahora por el control de la Asamblea y lo que más le duele al correísmo es no ser mayoría y no tener aliados por la estrategia del expresidente Correa de anunciar venganzas, antes de haber concluido la primera vuelta.