Las autoridades nacionales y locales pintaron hasta el fin de semana una situación de emergencia catastrófica por la propagación del Covid-19 y sus variantes, con hospitales abarrotados, Unidades de Cuidados Intensivos desbordadas, falta de camas, falta de oxígeno, funerarias al tope, pero al final del día seguía en análisis las medidas a tomarse, como si no se hubiera recibido suficiente información para decisiones más ejecutivas.
Uno de los peores males de la sociedad de la información que corre en segundos es la falta de información y la desinformación. ¿Cuál es la realidad de la pandemia en el país? ¿Qué pasó con la lista de los privilegiados con la vacunación antiCovid? ¿Cuál es el stock real de vacunas que existen en el país y cómo están distribuidas?
Esas son preguntas cotidianas hechas por la gente de pie en medio de un intento de vuelta a la llamada nueva normalidad física y mental . ¿Qué pasó con los informes sobre la situación de la emergencia sanitaria que inauguró la exministra María Paula Romo, cesada por la Asamblea?
La falta de información provoca mucha desinformación, a veces usada con fines políticos. Pero el país no puede vivir ante alarmas salidas de fuentes oficiales, que después intentan decir que puede ser sí como que no.
La última noticia que el país esperaba era una decisión sobre la emergencia ante tantas alertas, pero la respuesta fue que el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) Nacional sigue analizando nuevas medidas de restricción y disposiciones para combatir el aumento de casos de coronavirus en Ecuador.
¿No hay confinamiento o sí? ¿Hay restricción a la movilidad o no? Ese es un juego bastante perverso que no aporta en nada a la tranquilidad y al retorno a la llamada nueva normalidad para la recuperación económica. Hay gremios que están en contra de la inmovilidad o confinamiento, porque las consecuencias para la economía del país al corto plazo son fatales, pero algunos de sus dirigentes solo aparecen en zoom.
La Corte Constitucional se dice y se desdice de sus fallos. La responsabilidad la pasa al Presidente de la República y luego echa abajo los estados de excepción. La ciudadanía se niega a un nuevo confinamiento y ni siquiera respeta el uso de las mascarillas o el distanciamiento social. Los padres de familia claman por controles más estrictos sin siquiera controlar la prohibición de las fiestas llamadas clandestinas. Es como si el lema fuera viva la fiesta, porque el culpable de tal desorden es otro.