Desde que el país dejó de emitir papel moneda tras adoptar el sistema de dolarización luego de la crisis bancaria, siempre se ha hablado del riesgo de la desdolarización: dejar el dólar como la moneda en curso y volver al Sucre, a imprimir billetes, para supuestamente tener el control de la política monetaria y cambiaria con una moneda supuestamente propia. Los más acérrimos defensores de esa tesis son personas que se llaman de izquierda y hablan de la soberanía nacional como si hablarán de qué se va a almorzar ese día.
Pese a la dudas y temores iniciales, los ecuatorianos poco a poco se fueron adaptando al dólar. No fue un proceso complicado, porque antes de la dolarización la mayoría de empresas ecuatorianas hacía transacciones en dólares y quienes podían abrían cuentas en dólares para evitar el dolor de cabeza de la continua devaluación del Sucre. El gran negocio era comprar y vender dólares, el boom de las casas de cambio y de los cambistas.
La dolarización no solo coadyuvó a un proceso de estabilidad económica que sobrevivió a las crisis políticas, la más fuerte tal vez el derrocamiento de Lucio Gutiérrez, quien llegó a ser políticamente incorrecto para la clase media, pese a la estabilidad económica. Sino que también ha sido un factor ha sido un factor clave para la estabilidad política de los gobiernos de turno. Tanto que uno duró diez años en el poder hasta que comenzó con el discurso de la reelección indefinida, con un poder indefinido y el discurso del caudillo de yo ya no soy yo sino el pueblo. La democracia reducida a una campaña de marketing.
Ahora el Gobierno ha enviado a la Asamblea un proyecto de Ley con el carácter de económico urgente para la defensa de la dolarización, con un punto clave: devolver la autonomía del Banco Central. No la autonomía de antes de la dolarización, donde se convirtió en un factor clave para la crisis bancaria, sino una autonomía pensada en un régimen de dolarización, donde el Central pueda actuar como una especie de Reserva Federal, con autoridades que tengan períodos más prolongados que el gubernamental para garantizar sus decisiones técnicas.
El ministro de Finanzas, Mauricio Pozo, ha explicado en DIALOGUEMOS el por qué de la necesidad de este proyecto de ley rechazado dos veces en la Asamblea que parece mirar solo los tiempos políticos: un Gobierno, cualquiera que sea, no puede disponer a su antojo de las reservas internacionales, porque esas son las que sostienen la economía del país. Y deja claro, sobre todo, que el presidente del Poder Ejecutivo no es el jefe de todas las funciones del Estado. Tendrá muchos privilegios, pero no puede disponer los dineros del ciudadano de a pie, porque en las reservas internacionales están también parte de los dólares que deposita en cualquier banco o cooperativa.