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¿Cuántas vacunas hay en este país?

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El Ministerio de Salud ha estado en el centro de la polémica desde que llegaron las primeras dosis de vacunas antiCovid de Pfizer y desde que el exministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, acudió a un geriátrico donde estaba su mamá para verificar el proceso de vacunación. Luego aparecieron los casos de personas vacunadas, sin estar entre el personal de primera línea; las listas VIP tan populares en Argentina se replicaban en Ecuador.

Ahora un audio filtrado reveló la molestia del nuevo ministro de Salud, Mauro Falconí, quien reclama aireado a sus colaboradores por no tener la data de cuántas vacunas existen en el país y dónde están esas dosis. Su molestia es evidente, porque necesita saber a quién se está vacunando, luego de que ni él se había vacunado hasta que todos sus colegas lo estén, según sus palabras.

Falconí reclama desde su casa donde guarda aislamiento tras haber dado positivo para el coronavirus SARS-CoV-2. No es solo por las vacunas disponibles, sino por la falta de puestos de mando unificados en el Ministerio de Salud para estar al día con la data necesaria en el proceso de vacunación.

“Yo mismo recorrí todos los hospitales del país. Yo mismo hice los puestos de mando se le escucha decir a sus colaboradores-. ¿Qué les pasó? ¿Dónde está la información? ¿Dónde está el arqueo de vacunas? ¡Quiero saber cuántas dosis de vacunas hay en este país para poder hacer una planificación de vacunación!”

El reclamo del ministro de Salud revela, en cierta forma, el colapso del sistema sanitario, por la pandemia y por la falta de tino, por decir menos, con el que el exministro Zevallos manejo las primeras vacunas que llegaron al país, que hizo creer a mucha gente que podía sacarse las mascarillas y volver a su vida de antes.

No solo fue el Ministerio de Salud, también fue la Corte Constitucional que echó abajo un decreto de estado de excepción cuando se venía venir las consecuencias de las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Ahora dice que el Presidente sí puede decretar un nuevo estado de excepción para mitigar la propagación del Covid-19.

Las consecuencias están a la vista. Un sistema hospitalario colapsado con un aumento en la curva de contagios por Covid-19, con la gente otra vez recluida por voluntad propia y con miedo. Es como cuando pasa la farra de las fiestas clandestinas y llega la resaca.

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