Parece un trabajo natural de la mente humana preguntarse qué habría pasado si, en vez de esto, yo hubiera hecho lo otro. En los adultos, para quienes el pasado es muchas veces un horizonte, tal vez esta interrogante sea más frecuente que en los jóvenes, quienes acaso fijen más su mirada en el futuro. Bastante de esto hay en lo que se denomina pensamiento o historia contrafactual, que se propone dilucidar cómo sería el presente en el caso de que la realidad no hubiera sucedido tal como la conocemos, sino de otra manera, incluso al revés. Para unos, es un ejercicio analítico en el marco de la historia; para otros, literatura.
El autor francés Laurent Binet publicó en 2019 la novela Civilizaciones, cuya traducción al español de Adolfo García Ortega (Bogotá, Seix Barral, 2020) trae una cinta publicitaria que dice: “¿Cómo habría sido la historia si los incas hubieran conquistado Europa?”. Y es que la narración plantea el destino de una Europa civilizada por los pueblos americanos. En esta novela, Cristóbal Colón no consigue volver a España una vez que en 1492 ha zarpado buscando llegar al Japón; más bien sus carabelas sirven para facilitar el arribo de Atahualpa y sus huestes quiteñas a las costas europeas y la posterior invasión de los incas.
En los Andes se ha librado un encarnizado enfrentamiento guerrero entre Huáscar y Atahualpa por el control del Tahuantinsuyo, el imperio de los Cuatro Cuartos, y Atahualpa la está pasando mal, por lo que, en su huida hacia el norte —después de haberle ordenado a su mejor general, Rumiñahui, que quemara Quito— alcanza las playas de Cuba, donde los taínos les dan asilo a los incas. Allí conocen unos antiguos mapas hallados en los barcos de Colón, que indicaban la existencia de otras tierras más al norte. Y desembarcan justo cuando está ocurriendo el terremoto que destruyó parcialmente Lisboa en 1531.
Así comienza la expansión inca en territorio europeo —que pasó a llamarse el Quinto Cuarto—, cuyo dominio será firme por cerca de quince años. Según el relato ficticio, las realidades que produce la presencia inca en Europa incluyen la escritura de Las incadas, unos cantos épicos que alaban el arrojo y la serenidad de los conquistadores; el entronizamiento de Atahualpa como rey de las Españas, de Nápoles y de Sicilia; la siembra de tomates y aguacates en los jardines del Generalife; la protección, bajo la nueva religión del Sol, de conversos, judíos, moriscos, luteranos, erasmianos, sodomitas y brujas, lo que propicia una tolerancia religiosa.
Erasmo y Tomás Moro intercambian cartas en las que muestran la esperanza de que Atahualpa sea una oportunidad para la paz. Tiziano pinta un cuadro con los miembros del consejo real: en medio de palmeras, serpientes y alpacas, aparecen Atahualpa y Coya Asarpay, Quizquiz, Manco Cápac y hasta Lorenzo de Médicis. El inca se convierte en héroe de la cristiandad, pero su poderío no está al margen de las intrigas del poder. En la novela hay guerras entre príncipes, los aztecas se alían con los enemigos de España y se clavan en las puertas de las iglesias “las 95 tesis del Sol”, que rigen por muchos años la civilización del Quinto Cuarto. (O)