La decisión más importante para salvar al Ecuador será personal, cívica y política; el voto de más de 13 millones de ciudadanos en las elecciones generales del próximo 7 de febrero, puede condenarnos a seguir la ruta de algún modelo fracasado -como el venezolano-, o salvarnos de ese peligro. Iniciado el 2021 aumenta la expectativa por definir los asuntos de escala colectiva en los que debemos centrar esfuerzos para concretar la recuperación democrática, económica y social; es nuestra responsabilidad.
Debido a la pandemia empeoraron las condiciones de convivencia humana; se debilitaron el sistema económico sostén de la producción, el empleo y el consumo; y, los sectores de salud, educación, alimentación y laboral; esto a pesar de que en el presente siglo contamos con diversas y potentes herramientas para superar con relativo éxito pruebas duras como ésta -conocimientos, avances científicos, tecnologías de variada índole-; pero todo eso aún es insuficiente, ya que, sobre todo, se deben adoptar oportunamente decisiones estratégicas a todo nivel, e impulsar cambios de fondo en las políticas públicas, como la del ámbito fiscal.
El 31 de diciembre inició la campaña electoral, corta y sui generis por las circunstancias que la rodean. En este contexto, con un voto meditado propiciemos el rescate de la democracia y de sus instituciones, algunas infectas, como la Asamblea Nacional; el fortalecimiento de la economía y, los mecanismos que hagan realidad los derechos que dignifican a la persona, por ejemplo, garantizando acceso universal y efectivo a la vacuna contra el coronavirus.
Quienes resulten favorecidos en las urnas tendrán una misión difícil de cumplir, plagada de obstáculos, por eso elijamos a los mejores, a gente demócrata, capaz y conocedora de la realidad nacional. Del voto de febrero dependen el rumbo de la nación para los siguientes 4 años, y el destino de un pueblo que no pierde la esperanza de un mañana mejor.
Texto original publicado en El Telégrafo