Bolivia repite un proceso electoral un año después de los fallidos comicios que derivaron en una grave crisis en ese país, con la incertidumbre de si servirán para reafirmar la democracia o desembocarán en una nueva convulsión social, como ocurrió hace un año cuando Evo Morales intentó perpetuarse en el poder.
El expresidente Evo Morales, con el apoyo del kirchnerismo, ha monitoreado y guiado la campaña de su candidato desde Argentina, donde ha hallado refugio con la esperanza de volver al poder que mantuvo durante años gracias al control de todas las instituciones del Estado.
Las elecciones están matizadas de escándalos, hasta con denuncias sobre la detención de un diputado argentino, negada por las autoridades judiciales bolivianas. Por lo pronto, el órgano electoral boliviano decidió prescindir del sistema de Difusión de Resultados Preliminares para no contribuir a la incertidumbre entre la población y anunció que solo se trabajará con resultados oficiales.
Un modelo que destruyó gran parte de la economía de América Latina, el llamado socialismo del siglo XXI, pretende estar de vuelta. Solo basta mirar lo que ocurre en Argentina en la actualidad para entender lo que ese proyecto fallido puede hacer. Bolivia decidirá, sin embargo, en un ambiente al menos algo más imparcial que el de la coyuntura del año pasado, cuando Evo Morales estaba en el poder.