BBC Mundo
Un sismo de magnitud 7,5 remeció el martes 23 de junio el sur y centro de México y dejó al menos seis muertos, 30 heridos y algunos daños materiales en las zonas cercanas a su epicentro en el estado de Oaxaca, uno de los más pobres del país. Sus ondas se sintieron incluso en Puebla y en Ciudad de México (CDMX), donde todavía las ruinas y los traumas del temblor de hace tres años son una pesadilla cotidiana para muchos de sus habitantes.
Sin embargo, aunque el terremoto de este martes fue mayor en magnitud que el del 19 de septiembre de 2017 sus efectos en la capital y en otros lugares donde se sintió fueron considerablemente menores que entonces.
Hace tres años, más de 300 personas perdieron la vida solo en la CDMX, donde decenas de construcciones se vinieron abajo y donde todavía quedan solares y edificios vacíos con paredes rajadas como señales inequívocas de la tragedia.
Y si bien este martes zonas sísmicas capitalinas como La Roma y Condesa vieron otra vez temblar sus estructuras nada tuvo que con el caos y la destrucción de hace tres años.
¿Cómo se explica si el terremoto del martes fue de mayor magnitud?
Más allá de la magnitud
Según explica a BBC Mundo Xyoli Pérez Campo, directora del Servicio Sismológico Nacional de México, cada sismo es diferente y varios factores inciden en su potencial destructivo, en el que la magnitud es solo uno de ellos.
“Hay elementos más allá de la magnitud que deciden al final cuán devastador será un sismo, o sea, en su intensidad. La magnitud, con la que nos referimos al tamaño, al área que se rompe, a la energía que se libera, es uno ellos, pero no el único”.
De acuerdo con la experta, otro de los elementos es la distancia de los lugares habitados al punto donde tuvo su epicentro el temblor: mientras más cercano mayor será la destrucción.
“Por ejemplo, el sismo del 7 de septiembre de 2017 fue de magnitud 8,2, la intensidad en la zona epicentral fue mucho más alta. Pero la intensidad que percibimos en la Ciudad de México fue mucho menor que el de hoy porque nos encontramos mucho más lejos. Si lo comparamos con el del 19 de septiembre, que tuvo una magnitud más pequeña, liberó menos energía en la zona epicentral y por tanto se notaron menos efectos en esa área que el de esta mañana. Sin embargo, en la Ciudad de México, por la cercanía y otra serie de factores fue más destructivo que el que ocurrió hoy”.
Los dos grandes sismos de 2017, señala, ocurrieron en la Placa de Cocos, en dos fallas completamente diferentes, una en el centro de México y la otra en la zona del golfo de Tehuantepec.
“El de esta mañana tuvo lugar en una zona donde hacen contacto la Placa de Cocos y la Placa de Norteamérica. Se les conoce a estos eventos como sismos interplaca o de subducción y son diferentes a los de hace tres años”, agrega.
En ese sentido, señala que la profundidad a la que ocurre el sismo también puede implicar que se sienta con más o menos fuerza.
Pérez Campo indica que otro de los elementos que será decisivo en el potencial destructivo de un terremoto es la propia geología del lugar donde ocurre.
“Podemos tener dos localidades a una misma distancia, pero una tiene condiciones geológicas que permiten que las ondas pasen sin ningún problema, por tanto los daños serán menores. Mientras que la otra tiene una geología que hace que las ondas se acumulen o que reverberen y que por tanto experimente una sacudida más violenta”, señala.
¿Es posible otro terremoto de mayor magnitud?
Desde que ocurrió el primer temblor en la mañana de este martes, las estaciones sismológicas de México han estado detectando centenares de réplicas.
“Una réplica por definición es un sismo de menor magnitud que ocurre después del sismo principal y en la misma zona epicentral”, explica.
De acuerdo con la experta, hasta las 16:30 hora local se habían registrado en la zona unos 447 temblores de menor magnitud.
Pérez Campo comenta que tras los sismos de gran magnitud suele ocurrir este tipo de fenómeno en el que las réplicas se suceden hasta desaparecer o que, por el contrario, pueden dar paso a un terremoto mucho mayor.
“Los terremotos no se pueden predecir, pero de acuerdo con los catálogos, hay una posibilidad, un tanto por ciento, de que cuando ocurre un sismo grande, este no haya sido el mayor, sino que pueda ocurrir otro más grande en esa misma zona epicentral”, advierte.
“Esa posibilidad existe pero no hay forma de saberlo. De ahí que la recomendación a la población es siempre estar preparados.Los sismos no se pueden predecir y no hay forma de saber si nos va a tocar otro. México vive en un contexto tectónico muy complejo y esto lo hace muy proclive a estos terremotos”.