Hace algo más de 5 años, tuve la oportunidad de asistir a un evento grande en Montecristi, Manabí, tierra hermosa! gente linda, servicial, calorcito y sol. Los eventos grandes en mi país normalmente se caracterizan por la desorganización. Pero mire usted que no, que esta vez, estuvo bien. Llegue temprano pues no conocía ni el poblado, ni los atractivos, ni el recinto de la constituyente, por eso dije que tuve la oportunidad por qué fue mi primera vez y como toda primera vez, salvo honrosas excepciones, nos falla algo o mejor dicho nos pasó algo por desconocimiento o por falta de precisión.
Debíamos subir al recinto ferial ubicado a unos 300 o 400 metros de altura en línea recta, pero con unas rampas de madera construidas a lo largo de la ladera de un lado al otro. Me recordó la nariz del diablo y como el ferrocarril sube de frente y en reversa para superar la montaña, muy parecido, con sus diferencias por supuesto, pero muy parecido. Estas rampas armadas sobre una estructura de madera recorren el espacio permitiéndonos subir sin mucha presión con esfuerzo sí y con cierta seguridad.
La mayoría de las personas seguimos las instrucciones de seguridad de subir por las rampas y otras no. Al subir estaba concentrado en experimentar todo y tomaba fotos de cuando en cuando para grabar en la memoria mía y para el registro histórico. Al cabo de unos buenos cuarenta y cinco minutos, largos, por mí discapacidad de rodillas llegué a la plataforma. Agitado el corazón por la gana de saber que había y físicamente agotado, encontré la plataforma, el museo, el edificio de reuniones las baterías de servicios y en medio de todo, la feria de Artesanías, dulces y otras cosas ricas.
Y vino la espera del evento importante y vino la espera y se fue y volvió a venir, hasta que se inició el discurso fuerte, para mi gusto personal una faceta no conocida, por lo fuerte.
Algunas Buenas horas más tarde, el cansancio y el dolor pudo más que el deber cumplido, habida cuenta cumplí, y decidí emprender el regreso y bajar todo lo que subí. Era oportuno bajar antes que todos por qué mis rodillas me exigen calma, seguridad y esfuerzo, mucho esfuerzo para contener el peso de mi cuerpo, la inercia de la gravedad y por tanto demandan mucho control de mi parte, algo contrapuesto con el movimiento de masas.
Empecé la tarea despacito como la canción, despacito, por mi lado derecho para no estorbar al resto. Las rampas por seguridad tienen barandas de madera al tope y a media altura creando un sendero seguro. Un buen número de personas, como dije antes escogimos continuar por las rampas siguiendo las instrucciones de seguridad. Otro buen número no, rompieron el esquema irrespetando todo, normas y recomendaciones y se cruzaron por las laderas arriesgado su físico e integridad, su objetivo estaba definido, llegar muy rápido, y no importaba los medios por lograrlo había que hacerlo y punto.
¿Es esto corrupción? Pues creo que sí!!! El fin no justifica los medios, contrariamente a lo que piensan algunos. No podemos, so pretexto del objetivo, hacer lo que se nos viene en gana. No, los medios que utilizamos para lograr nuestros propósitos deben ser los buenos y no los inadecuados, deben ser creativos pero dentro de lo legítimo, deben demandar esfuerzo porque así lo queremos más, lo hacemos nuestro, lo sentimos propio y trabajado, con orgullo lo podemos dejar de herencia para que lo disfruten los nuestros.
Pero si en lugar de esto buscamos el camino más corto, buscamos adelantar, llegar primeros, para ganar el mejor espacio, el mejor lugar, con el menor esfuerzo, mientras los pendejos se tardan en lograrlo. Es que esos pendejos siguieron la regla, siguieron la ruta legítima, escogieron la seguridad, el esfuerzo que compensa y no lo fácil.
Caminaba despacio ayudado por mi bastón, una linda pieza de madera de cedro, pulida para denotar sus líneas de edad, lacada sin color para resaltar aún más su origen, su dueño original mi abuelo paterno, y sí que me presto mucha ayuda, no hubiera podido lograrlo sin él (mi abuelo o el bastón, los dos creo). Camina y camina rampas a bajo, incluyendo unos tambos o tampus (puestos de control de los chasquis), para apaciguar el dolor de mis rodillas.
De pronto aparecieron aquellos que creen ser vivísimos, la viveza criolla entre nos, cortaban el camino por los taludes y laderas a pesar de los rótulos que les invitaban a no cometer ese error. Pero las rampas estaban ahí para cumplir su cometido y los vivísimos luego de bajar por los taludes cortando camino, debían ingresar para continuar. Las rampas están aseguradas con barandas al tope y a media altura, pero en unos casos habían desaparecido las dos, en otros la de arriba, en otros la del medio y los vivísimos debía sortearlos obligatoriamente. Me pare, me di el gusto de mirar como las gentes se acomodan al entorno que ellos mismo crearon, los corruptos. Y en como resuelven ese problema se aprecia la versatilidad de opciones.
Unos lo hicieron caminando un poco más hasta encontrar el espacio libre de barandas, y posiblemente sentían que no cometieron ningún acto corrupto, otros se agachaban para pasar por debajo, haciendo un esfuerzo adicional para pasar como no tan malos, otros saltaban para sortear la de media altura y estos se sentían orgullosos de su agilidad física (no mental) y otros más avezados se trepaban todas las barandas para seguir por la rampa, sin importarles para nada que todos los demás los vean como corruptos. En todo esto ni se percataban que habíamos personas circulando y debíamos esperar que ellos ingresen. He aquí el descaro y la diversidad de los corruptos, buscan mil y una forma para seguir en su cometido de lograr su propósito sin importar el cómo, pues ellos se encargan de acomodarlo.
Me reí, me hice una idea de las peripecias que deben pasar los corruptos, iba a tomar fotos pero me dije ya está gravado en mis neuronas y no se me irán. De pronto se me ocurrió algo, me puse los zapatos de ellos por un momento y vinieron a mi sus ideas, “mira a los pendejos, caminan disque seguros por las rampas pero se van a demorar, nosotros cortamos camino y ven les ganamos, llegamos primeros y con menos esfuerzo. Míralos todavía está lejos los muy pendejos y Yo ya aquí disfrutando de mi nuevo estado”. Para ellos somos incapaces, somos tontos, ellos son los inteligentes que han estudiado todo para poder lograrlo. Sus propósitos son diferentes creen que la felicidad se logra con acumulación de bienes y recur$o$ y no de conocimientos, de sentires, de buenas obras, de extender la mano, de sumar y no de restar como lo hacen los corruptos (el reparto es solo para ellos). Y en algunos casos son tan avezados que públicamente lo reconocen, se bajaban por los taludes, o hablan por la radio, por la tv, por las redes sociales y nos creen pendejos, cuando los pendejos son ellos, como lo dice Facundo Cabral.
Ahora en pandemia y en emergencia de salud, tampoco han parado y se creerán muy vivos por sus atracos, pero es hora de que todos les demos una lección. Denunciar todo acto de corrupción a la autoridad competente y estar prestos para apoyarla. Aquí está la diferencia entre los corruptos y los no corruptos, nosotros dormimos en paz, tranquilos, descansamos, ellos no y esto se vive en el Estado de hoy dos mil veinte, ajuiiii.