La pandemia que enfrenta la humanidad en 2020 despierta la solidaridad, pero también muestra los temores y absurdos del hombre. No hay sociedad que pueda ufanarse de estar libre de riesgos, sin embargo, el impacto del virus sería menor en aquellas comunidades que lleven mejores prácticas sanitarias y cuenten con ahorros de recursos.
Identificados los potenciales golpes del COVID–19 han existido diversas respuestas y tiempos de reacción, nadie está indiferente. En muchos países se han dispuesto cercos sanitarios y se ejecutan mecanismos alternativos para la educación y los servicios. El factor común es practicar acciones de prevención y de mitigación de las afectaciones, la pregunta inmediata es ¿Cuán listos estaban éstos sistemas?
En Ecuador, como en otras zonas cercanas a volcanes o de reiterados movimientos telúricos, se han hechos simulacros y programas de educación pública para informar cómo actuar ante inesperados fenómenos provocados por causas naturales. Las organizaciones sociales, desde la composición básica de la familia y hasta los Estados, están comprometidas a prever peligros y proveer recursos ante situaciones extraordinarias que pongan en riesgo sus existencias.
Es temprano para juzgar si los factores culturales o la inequidad económica crearon las condiciones para el origen del COVID–19, pero es seguro que estos elementos inciden en su propagación. La austeridad, el respeto, el buen uso de los recursos económicos y las prácticas de ahorro e inversión son ahora requeridas. ¿Cuán diferente seria la sociedad si los ciudadanos consumiésemos de forma respetuosa con el ambiente?
Las moralejas que hasta ahora deja el COVID–19 no son diferentes de las clásicas lecciones sanitarias, pero también se aprecia la tozudez del hombre que no respeta los límites y continua en una carrera desbordada de malgasto. La naturaleza ya no sería ilimitada parece que llega a su cenit.
En el futuro, sobre la base que quede luego de controlar el COVID-19, deberían existir claros acuerdos entre las personas para una vida en común, más sostenible y, sobre todo, de tolerancia entre culturas.