Están siempre en la primera línea de cualquier emergencia sanitaria. En la del Covid-19 se han puesto en el frente de una lucha inédita y sin cuartel contra un enemigo invisible y cuyo real poder de destrucción todavía se desconoce, mientras el mundo permanece en cuarentena o en una desescalada de las restricciones de movilidad. En algunos países sus esfuerzos han sido aplaudidos de pie desde ventanas, terrazas y balcones y en otros han sido víctimas de maltrato…, paradójicamente por estar en la primera línea. Han sido protagonistas de grandes historias. Y es un mundo compuesto en su mayoría por mujeres…
El informe sobre La Situación de la Enfermería en el mundo 2020: invertir en educación, empleo y liderazgo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca que la emergencia sanitaria que vive el mundo por el Covid-19 ha puesto a prueba la preparación de los sistemas de salud, su capacidad de respuesta en áreas tan claves como la de cuidados vitales.
Son pocas las naciones del contiene americano que registran una alta densidad de personal de enfermería. El 87% se localiza en Brasil, Canadá y Estados Unidos, países en donde se concentra alrededor del 57% de esta población. De las 27,9 millones de personas dedicadas a esta área, 19,3 millones son enfermeras y enfermeros profesionales lo que representa el 29% del total, muy por debajo de las necesidades; seis millones (22%) está compuesto por auxiliares de enfermería y 2,6 millones (9%) que no se clasifican en ninguno de los dos grupos mencionados.
El déficit universal del personal de enfermería es de 5,9 millones de personas; es decir, para corregir esta brecha debería existir un incremento anual del 8% de graduados en la carrera de Enfermería, la columna vertebral de cualquier sistema de salud. Sin ese incremento, en 2030 habrá 36 millones de profesionales de la enfermería, lo que supone un déficit de 5,7 millones principalmente en las Regiones de África, Asia Sudoriental y el Mediterráneo Oriental. Algunos países de las regiones de las Américas, Europa y el Pacífico Occidental seguirían con dificultades y limitaciones.
Ecuador está en el grupo de países que tiene entre 20 o 29 personas dedicadas a esta área por cada diez mil habitantes.
La enfermería sigue siendo una profesión con gran predominio de un solo sexo. Según la OMS, el 90% del personal de enfermería es de mujeres, pero muy pocos puestos directivos son ocupados por profesionales de la enfermería o por mujeres.
La prioridad en estos momentos, según la OMS, es aplicar un sistema equitativo de remuneración neutro desde el punto de vista del género entre el personal de salud, y velar porque las políticas y leyes que abordan la brecha salarial entre hombres y mujeres se apliquen también en el sector privado.
Entre las recomendaciones de la OMS a los países está el invertir en la aceleración intensiva de la educación en enfermería, con el fin de atender las necesidades mundiales, cubrir la demanda y responder a tecnologías que evolucionan constantemente y a modelos avanzados de atención sociosanitaria integrada.
La OMS recomienda generar al menos 6 millones de nuevos empleos en enfermería para 2030, en particular en los países de ingresos bajos y medianos, para contrarrestar la escasez prevista y corregir la inequidad en la distribución de los profesionales de enfermería en todo el mundo.
El fortalecer el liderazgo de los profesionales de la enfermería con el fin de garantizar que los enfermeros y enfermeras tengan una función influyente en la formulación de normas del ámbito de la salud y en la adopción de decisiones, y contribuyan a la eficacia de los sistemas de atención sociosanitaria, es otra de las recomendaciones. Según la OMS, los países que requieren asistencia de la comunidad internacional deben orientar un porcentaje creciente de inversiones en capital humano hacia la economía de la atención sociosanitaria y así cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
El personal de enfermería, según la OMS, es crucial para cumplir la promesa de no dejar a nadie rezagado en el cumplimiento de esos objetivos. Su contribución es decisiva para lograr las metas nacionales y mundiales sobre cobertura sanitaria universal, la salud mental y las enfermedades no transmisibles, la preparación y respuesta ante emergencias, la seguridad del paciente y la prestación de atención integrada centrada en la persona.