En esta emergencia sanitaria ocasionada por el Covid-19 a nivel local y global, uno de los temas importantes ha sido la visibilización del rol de las redes de producción agroecológica comunitaria y campesina.
Otro aspecto que se podría rescatar de esta crisis es la posibilidad de interpelarse hacia la necesidad de dejar de enviar los residuos sólidos a los botaderos de basura y rellenos sanitarios. En América Latina cerca del 60% de los desechos son orgánicos y terminan dispuestos en vertederos, lo que acelera el proceso de saturación y crisis, cuando en su lugar lo que se debería hacer es compostar domiciliariamente los residuos.
En el Ecuador, el promedio de producción de residuos percápita está en alrededor de 0,8 kg por habitante al día en las zonas metropolitanas y el 60% de ese porcentaje corresponde a residuos orgánicos. En el caso de los territorios rurales se produce incluso un porcentaje mayor de basura orgánica.
De acuerdo al Municipio de Quito, en la ciudad se generan 2 200 toneladas de basura al día, de las cuales 1 320, es decir el 60% corresponden a desperdicios orgánicos. Y en las últimas semanas, debido a la cuarentena la cantidad de desechos, solo en la capital, se ha incrementado en 600 toneladas diarias.
Por ello, la alternativa es el compostaje, un proceso sencillo y pese a que se han generado diversos mitos a su alrededor, la realidad es que no produce malos olores, presencia de vectores como roedores o moscas ni otros procesos amenazantes vinculados a la actividad. Además, incluso en espacios pequeños como un departamento o una suite, se puede realizar el proceso simplemente con la implementación de tachos o recipientes de plástico o madera.
Algunas pautas para facilitar el proceso de compostaje de residuos serían: cortar los residuos orgánicos en pequeños pedazos lo que facilita el proceso de descomposición, almacenarlos en botes o tarros pequeños en la cocina para luego colocarlos o bien directo al terreno y enterrarlo o en una compostera.
Como mencionábamos anteriormente, en espacios más reducidos se colocan los contenedores de plástico con pequeños orificios para filtrar el biol, que es el líquido que sale de la putrefacción de estos elementos y se lo va almacenando, para luego mezclarlo con agua y abonar las plantas. Al material de compostaje se lo debe mezclar con follaje para mantener el equilibrio carbono-hidrógeno, también es importante humedecerlo y voltearlo durante algunas semanas hasta que se transforme en un abono con buen olor, que se lo puede utilizar en las plantas y los cultivos.
Existen muchas alternativas de compostaje desde la lombricultura hasta la composta, lo importante es que lo orgánico regrese a la tierra como abono natural para recuperar la fertilidad de los suelos y así evitar los procesos terribles de contaminación, como son las lagunas de lixiviados (es decir de los líquidos que se producen de la putrefacción de la basura) que además son el cuello de botella y el problema central para las administraciones municipales.
Por otro lado, sería fundamental que las familias podamos guardar los residuos inorgánicos limpios para entregarlos posteriormente a los y las recicladores, que son los grupos más vulnerables dentro de esta pandemia vírica. Lo que se busca es que una vez que finalice el proceso de confinamiento y las medidas de aislamiento social, los ciudadanos puedan entregar a todas las redes formales y no formales de recicladoras los materiales recolectados en estos tiempos. Apelamos a que la gente los guarde porque eso representa ingresos para todos los recicladores y sus familias quienes dependen del reciclaje para su sobrevivencia.
Así también la importancia ecológica del reciclaje es doble: por un lado, evita el colapso temprano de rellenos sanitarios ocasionado por el enterramiento de materiales perfectamente posibles de ser reutilizados y, por otro lado, evita la necesidad de realizar nuevos procesos de extracción y producción de recursos.
Finalmente mencionar que esta emergencia sanitaria nos enseña a recordar muchas cosas, sobre todo la fragilidad de la especie humana y la interdependencia que tenemos con las otras especies y en especial con la madre común, la madre tierra, la naturaleza. También nos lleva a valorar a los productores de alimentos y la importancia que tienen las redes y los circuitos; las formas de producción campesinas pequeñas agroecológicas y nuestra responsabilidad sobre la generación de al menos una cuota mínima de alimentos, que se podrían llevar a las zonas urbanas más densamente pobladas como emprendimientos de agroecología y compostaje urbanos.