El mundo, tal vez no el mundo, sino Ecuador se enfrenta a otra pandemia que también ataca silenciosamente, desde la pantalla de un ordenador o desde un smartphone. Son las fake news que lograron posicionarse gracias al auge de las plataformas tipo Twitter o Facebook, con contenidos trucados o sacados de contexto cuyo único fin es crear pánico o caos. Ecuador ha vivido de cerca esa experiencia casi a diario en los últimos meses. Su creadores, en Ecuador, pensaron que en octubre pasado iban a cosechar años de trabajo, de invertir en decenas de portales digitales, de divulgar chismes como si fueran noticias. La historia se repite lamentablemente ahora, en Ecuador, cuando la mayor parte de la humanidad debió encerrase para protegerse del coronavirus.
En una entrevista con el canal argentino C5N que da cabida a los más recalcitrantes kirchneristas, tipo Tomás Méndez, que culpó a Estados Unidos, Israel, Europa y Bill Gates de haber creado el coronavirus, el expresidente ecuatoriano refugiado en Bélgica prácticamente se reconoció como jefe del troll center que paulatinamente ha divulgado videos, la mayoría trucados (hay pruebas de eso como cuando queman unos muebles y aseguran que son cadáveres), sobre lo que ocurre en Guayaquil.
Después de acusar a la prensa por supuestamente no denunciar y pedir la salida del Gobierno de Lenín Moreno, seguramente para que él, con sentencia pendiente, o Jorge Glas, preso por corrupción, puedan volver al poder. “Por redes se ha podido informar, los muertos sin enterrar, la gente buscando comida, gente viviendo con los cadáveres de sus padres tres, cuatro días porque nadie los va a retirar”, dijo en la pantalla mostrando su mejor cara de asombro porque la Fiscalía ha abierto una investigación por la divulgación de fake news, la otra pandemia que pretende convertir a los victimarios en salvadores.
Si algo caracterizaba al anterior Gobierno era el nivel de cinismo con el que manejaba sus campañas de desinformación. Si algún periodista le decía a cualquier funcionario aquí hay un vaso con whisky y si al él se le daba la gana decir: es un vaso con agua. El asunto debía acabar ahí. Y si el periodista insistía, al cadalso de la Superintendencia de Comunicación a cargo del que solo decía la verdad cuando alababa a sus patronos privados y él que solo decía la verdad cuando trabajaba para el expresidente refugiado en Bélgica e insultaba a sus expatronos privados.
La situación de hoy no es diferente a la de octubre. El mismo guión. Las mismas estrategias, con operadores políticos prófugos unos, con grilletes electrónicos otros. Ese grupo que sueña con volver al poder ha logrado posicionar a Guayaquil como tierra de nadie. La razón es sencilla, pocos escriben sobre esa ciudad in situ, ahora hay un periodismo que se alimenta de las redes sociales, del material posteado con alguna dosis de sensacionalismo.
Pero otra vez seguramente se quedará con las maletas hechas, con esa sensación de amargura de quien lo tuvo todo, para decir que todo el mundo y que solo él tiene la verdad absoluta, y ahora solo tiene una cuenta de Twitter, que cualquier rato podría perder si la plataforma de microblogging sigue escarbando en las cuentas que divulgan y dan retuits a los contenidos falsos sobre el coronavirus. Esa será la amargura de ese grupo político.
A los ecuatorianos nos corresponde concentrarnos en cómo evitar la propagación del Covid-19. Y para eso hace falta más responsabilidad de la sociedad en su conjunto con creatividad, nuevas ideas, no solo a la hora de quedarse en casa sino a la hora de sobrevivir. La tecnología permite ventas on line. También en lo micro o lo informal puede funcionar la economía en escala. La clave está en la asociatividad. En darse la mano (figurativamente hablando), en repartir tareas y apostar por nuevas ideas, el mundo no será el mismo después del coronavirus, tal vez ni siquiera las personas.
Pero será imposible salir de esta emergencia sanitaria si hay más de 1.000 detenciones, más de 2.600 multas de $100, más de 50 multas de un salario básico por irrespetar el toque de queda, según lo ha denunciado la ministra de Gobierno, María Paula Romo. No es con nuestra vida con la que jugamos, es con la vida de los demás. La disciplina y la colaboración ciudadana en este momento son claves para ir poco a poco reencontrándonos en la calle o en algún café para hablar aunque sea de Schopenhauer.