En marzo, el Ministerio de Finanzas anunció que Ecuador usará el período de gracia en algunos de sus bonos para retrasar el pago de intereses por unos $200 millones, previo al pago de capital por $325 millones de su bono 2020 que vencía ese mes. El objetivo, según la explicación de Finanzas, era abrir una puerta para acceder a $2.000 millones en fuentes de financiamiento. Unos $500 millones en Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional.
Con el país y el mundo en total aislamiento, ahora el equipo de Finanzas ha solicitado a los tenedores de bonos que vencen en 2022, 2023, 2024, 2025, 2026, 2027, 2028, 2029 y 2030, que suman $17.000 millones, diferir el pago de los intereses. La situación es crítica con el desplome total de los precios del petróleo, que llegaron hasta menos de la mitad de los proyectado en el Presupuesto General del Estado de 2020, y ahora con el bombeo de crudo paralizado, tanto en el oleoducto estatal como el privado, por la rotura de sus tuberías debido a una erosión en un cauce del río Coca.
Según Finanzas, si los acreedores de estos bonos otorgan consentimiento a Ecuador, los pagos se aplazarían hasta el 15 de agosto del 2020 lo que permitiría al Fisco un alivio de $811 millones en el corto plazo para hacer frente a la emergencia sanitaria por el Covid-19 y comenzar una negociación con los tenedores de bonos para alcanzar nuevas condiciones de sostenibilidad adecuadas a la deuda externa ecuatoriana.
El plazo autoimpuesto, sin duda, es optimista. Lo único claro es que los intereses de la deuda carcomen las finanzas públicas, gracias a una política dispendiosa del anterior Gobierno que comenzó un agresivo programa de endeudamiento en 2014, en su regreso al mercado de capitales tras la declaratoria de default en un tramo de la deuda en 2008. Lo hizo porque China que ya tenía comprado todo el petróleo ecuatoriano decidió cortar el suero.
La década pasada fue la de una política económica que no veía el mañana, que veía en los fondos de ahorro más gastos porque estaban orientados en su mayor porcentaje a la recompra de la deuda pública. Fondos de los que no podía disponer. ¿Para qué ahorrar? Pues los fondos de ahorro fueron eliminados, porque la cuestión era seguir la fiesta. ¿Para qué ahorrar si los fondos ahorrados son el Imperio del Capital? Ese fue el discurso. Y eso dejó al país sin ningún colchón para emergencias como la actual.