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Capacidad de Adaptación de Emprendedores y MIPYME se pone a prueba con Covid-19

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Para iniciar vale la pena recordar aquella frase que, hace más de un siglo y medio, lo pronunció Charles Darwin cuando estudiaba la vida en la Tierra -que, a propósito, uno de sus grandes laboratorios de investigación fue nuestro Archipiélago de Galápagos-: “No son las especies más fuertes las que sobreviven, ni aún las más inteligentes, sino las más proclives al cambio”, Con esta reflexión, llevada al campo organizacional, lo que se estaría haciendo es un llamado para que, todo tipo de organización, independientemente de su giro de negocio, si desea sobrevivir en entornos afectados por constantes cambios planificados o inesperados -como los efectos del covid-19- debe estar dispuesta a modificar su forma de actuación sobre la base de altas dosis de resiliencia, adaptación, creatividad, y reconversión alineada a las nuevas circunstancias, en donde hay muchos peligros, pero también -sobre el soporte del análisis y mitigación de riegos- se pueden olfatear e identificar oportunidades en medio del túnel de la incertidumbres permanentes que ha empezado a rondar en la vida de los habitantes del país y del mundo en general.

Y, claro, esa capacidad adaptativa -potenciador clave de la resiliencia (fuerza para levantarse luego de una caída dura) personal y organizacional- tiene que ver primero, con la lectura e interpretación de los datos e información que va apareciendo sobre la nueva realidad del país y el entorno mundial, segundo, con la identificación -dentro de ese escenario- de oportunidades y amenazas vinculadas al negocio que se desea crear o ya se tiene creado y, tercero, sobre la base de los puntos fuertes y debilidades internas actuales -personales de quien está al frente de la organización y de la propia organización vista como un todo-, ir impulsando espacios para el “desarrollo de la creatividad” que permita lograr cambios innovadores en el modelo de funcionamiento del negocio y, por supuesto, de los bienes y/o servicios que son ofertados y, así, lograr que la organización responda a un mercado consumidor cuyo comportamiento, luego del covid-19, ha cambiado y seguirá cambiando con altos niveles de incertidumbre y complejidad.

Dentro de este proceso orientado a fortalecer la capacidad adaptativa -pensando en los proyectos de emprendimiento nuevos y en las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYME) que están en funcionamiento y que generan alrededor del 65% del empleo nacional- también, juega un rol importante el diseño y ejecución de políticas públicas dirigidas a su reactivación y recuperación. Por ejemplo, desde la banca pública, se deberán crear productos financieros adecuados a una realidad productiva que, primero, en términos coyunturales, ayude a fortalecer la disponibilidad de recursos necesarios para atender las necesidades urgentes de pago -uno de ellos la cobertura de sueldos y salarios- afectadas por el frenazo de las ventas producto del aislamiento social obligatorio; con ello, además, de ayudar a cuidar el empleo, se estará contribuyendo a disminuir los efectos sistémicos que, una crisis como la actual -potenciada por la emergencia sanitaria-, podría generar en la cadena de pagos que es muy sensible a que, un problema coyuntural de liquidez, se termine convirtiendo en un problema de insolvencia general del tejido productivo del país que, para su solución, requeriría la inversión de más tiempo y recursos que, por la intensidad de la crisis económica, no se tiene disponibles.

El otro ámbito que debe ser atendido -pensando en el fortalecimiento estructural (de mediano y largo plazo) de la producción nacional con énfasis en las MIPYME- es el vinculado a cómo ir corrigiendo o eliminando esas limitaciones permanentes que, por años, han estado afectando negativamente al empresariado nacional y que se han visto visibilizadas alrededor de los bajos niveles de competitividad registrados en el ámbito nacional, sectorial y de las empresas consideradas de forma individual. Siendo responsabilidad de la corrección de ese escenario negativo, por una parte, las iniciativas impulsadas por los propietarios de las propias empresas -independientemente de su tamaño- y, por otra, las acciones de mejora del clima de negocios e inversiones que, sobre todo, el Estado -gobierno central y gobiernos locales- lleven a cabo para estimular la inversión, fomentar la producción y, así, generar lo que más ansía una nación -más aún en momentos de grandes dificultades económicas-: fuentes de trabajo dignas.

Algo importante a resaltar en este punto es que, cuando los problemas son categorizados como estructurales -mantenidos sin cambio por años-, su solución no es inmediata, también, tiene el carácter de estructural, lo que significa que se requerirá de un tiempo para su solución y, quizá, ¡ya de manera definitiva!, sin mayores rodeos, es necesario que, a propósito de la crisis potenciada por la pandemia global, se pase del “bla, bla, bla -repetido por años-” a acciones reales que se podrían agrupar en dos frentes, basados en una propuesta articulada a lo que está detrás del pensamiento y acción sistémica (PAS): el uno vinculado al mejoramiento, desde adentro de las propias empresas, de la calidad, productividad e innovación empresarial y, el otro, relacionado con todas las mejoras que se debe hacer en el entorno en que se mueven las empresas -tramitología más rápida y amigable, estabilidad en el marco institucional y legal, fortalecimiento del soporte tecnológico que ofrecen las operadoras responsables, adecuación de un sistema financiero a las necesidades específicas del sector productivo; alineamiento del sector educativo a lo que realmente exigen los nuevos puestos de trabajo, revisión de la legislación laboral, respetando los derechos de los trabajadores, al nuevo entorno en que se mueve el mundo del trabajo; entre las más relevantes.

Ahora, yendo al ámbito de las oportunidades que van surgiendo, en medio de las dificultades sanitarias y socioeconómicas, se deben resaltar ciertas tendencias que van apareciendo y que, muy probablemente, se seguirán consolidando con mayor intensidad y que, para nuevos emprendedores o la reorientación del negocio de las MIPYME, pueden ser un referente de acción y adaptación estratégica. A continuación, algunas reflexiones sobre ellas:

Finalmente, en medio de los desafíos que involucra la adaptación y reconversión organizacional -bajo escenarios de crisis únicas e impensadas- es clave que, la esencia que dio origen a cada organización, sea el faro que guíe todas las acciones que se decidan poner en ejecución, con lo cual, se estará considerando aquel principio de la “administración estratégica” que señala: “siempre los grandes propósitos organizacionales tenderán a mantenerse por largo tiempo, en donde sí se debe incidir, para cambiar y con ello conseguir esos propósitos, es en el cómo alcanzarlos -estrategias y acciones-”. El desafío queda planteado, no sin antes recordar esa frase repetida varias veces y que, en su momento, la pronunció Albert Einstein y, ahora, toma gran relevancia: “si las cosas se siguen haciendo de la misma forma, los resultados alcanzados van a seguir siendo los mismos”. Es decir, queda claro que, si los modelos de funcionamiento organizacional y productos ofertados van a mantenerse sin cambio -tal como eran antes del covid-19- lo esperado será que la organización se estanque e incluso corra el riesgo de desaparecer y, así, entrar al listado de las empresas que los analistas prevén saldrán del mercado, pero, claro, esa desaparición se dará siempre y cuando esas organizaciones se queden “quietas -sin hacer nada-” creyendo equivocadamente que el prestigio y buenos resultados anteriores van a ser eternos en el tiempo y, además, los grandes protectores de amenazas que se van presentando con mayor fuerza en el entorno cambiante y complejo en el que operan.

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