Cuando tuvieron el poder se apropiaron de todo, pensaron que la patria les pertenecía en exclusiva. ¿Recuerdan la manipulación mediática con “Canción Patria”, identificada con el himno verdeflex “Patria, tierra sagrada”; y, la entrega de la patria a los chinos a cambio de préstamos carísimos? Se adueñaron de lo que pudieron para utilizarlo en provecho del movimiento y del “proyecto” políticos.
Hace poco una recalcitrante correísta, con demagogia y grillete -por estar siendo investigada por la justicia-, dijo que recuperarán la patria en las urnas; ella se refiere a que ya construyen candidaturas para las elecciones de 2021. El clima político se calienta, pero hasta ahora, no precisamente con propuestas inteligentes.
La patria es la tierra natal o adoptiva organizada como nación o Estado, a la que se siente unida la persona por lazos jurídicos, históricos, culturales e incluso afectivos; también es el sitio, ciudad o país en que se nace.
Etimológicamente, la patria es la tierra de los antepasados; el término ha generado otros como: compatriota, patriarcado, repatriar, patrimonio, expatriado, apátrida.
Hablar de la patria es hacerlo sobre un espacio territorial, el terruño cercano, un punto geográfico al que estamos ligados por diversos motivos. En el ámbito militar, se supone que, sobre todo, se está dispuesto a dar la vida por la patria.
Quienes aman en serio a la patria cuando tienen que rendir cuentas no huyen de ella, ni se esconden en embajadas extranjeras; pues parece que en Bolivia y Ecuador la vieja proclama ¡Patria o muerte! es la nueva ¡Patria o México!
Deben saber los politiqueros que los dueños de la patria somos, especialmente, cada uno de los ecuatorianos, y nadie puede robársela, menos aún para saciar intereses oscuros.
Como sabemos, la política puede dar para casi todo, hasta para una especie de patrioterismo que siempre resulta manipulador de quienes creen que poseer la patria significa alcanzar el paraíso. (O)
Texto original publicado en El Telégrafo