Las nuevas reformas tributarias han puesto al correísmo y socialcristianismo a caminar de la mano. El primero envalentonado con un supuesto triunfo político tras el archivo de la Ley de Crecimiento Económico que en un inicio también intentó capitalizar la Conaie, sin ningún éxito porque uno de sus principales asesores, Pablo Dávalos, terminó siendo impresentable; finalmente fungió como vocero del expresidente Rafael Correa.
Ahora el nuevo texto parece caminar sobre un pantano, con los mismos argumentos, está vez más rebuscados para evitar terminar siendo voceros de multinacionales que generan millones millones de dólares todos los días en América Latina, tributos en lo que ha dado en llamarse la economía digital y sobre los que poco o nada se ha debatido en Ecuador. ¿Es lícito que multinacionales con una millonaria facturación en Ecuador dejen cero ingresos para las arcas fiscales del país donde generan esos ingresos?
Los asambleístas ahora proponen dividir en dos el nuevo proyecto para segundo debate y así facilitar su aprobación hasta el lunes próximo con la superación de los llamados nudos críticos como la devolución del IVA a través del bono del Estado, la contribución especial por tres años por parte de las empresas que tengan ingresos brutos superiores a un millón de dólares, aparte de la tributación a las plataformas digitales y las nuevas tarifas para los planes de telefonía móvil pospago. ¿Quién se beneficia de este caos?
Pues los únicos beneficiados son los que intentan pescar a río revuelto, los oportunistas, y en este juego han entrado algunos sectores de la Conaie que estarían intentando una alianza con el correísmo, un error histórico de consecuencias catastróficas como ha advertido Nina Pacari, dirigente histórica de ese movimiento.
Y en ese juego no hay lugar para ningún debate de ideas o para acercar posiciones porque pocos son los dispuestos a intentar sentarse a dialogar y buscar consensos, alternativas que haga viable la salida de la crisis en la que dejó sumido al país diez años de despilfarro. La economía de los honoris causa.
Es demasiado fácil jugar con la demagogia y pedir más recursos para la salud y la educación; más para generar desarrollo y empleo digno, sin decir cómo. Es justo reclamar mayor austeridad y optimización de los recursos por parte del gobierno central y sería mucho más justo si con eso las cuentas cuadrarán. Esas cifras se acomodan solo en la mente de los economistas con doctorados en economía pura que no se preocupan por cosas tan banales como sumar o restar ingresos y gastos.
El socialcristianismo mantiene su tesis de que crear impuestos, así sea a multinacionales como Netflix, no soluciona el problema del déficit fiscal. ¿Cuál es la alternativa? Ninguna visible en el camino; en el discurso de la negación solo gana el que más alto grita No a todo.