El año 2019 ha estado marcado por eventos importantes, como las movilizaciones de octubre y la derogación del Decreto 883 en lo político; la ganancia del Giro de Italia por el compatriota carchense Richard Carapaz; el lamentable deceso de Julio César Trujillo, político, jurista y maestro luchador por la democracia y los derechos.
A lo largo del año nos enteramos de nuevas y escandalosas denuncias de corrupción, mientras que aún campea la impunidad; en la política carecemos de nuevos líderes, acuerdos y propuestas para combatir problemas estructurales; en lo económico no se ha avanzado mucho para remontar la crisis, crear producción y empleo; en lo social falta mucho por hacer respecto a salud y educación. El 2020 llegará con retos enormes, año que, como antesala de las elecciones de 2021, será también caldeado en el ámbito político.
Pienso que los ciudadanos demandamos especialmente justicia, transparencia, más democracia y equidad, en suma, abrigamos la esperanza de que, desde los espacios de la autoridad, surjan señales que doten de seguridad y certidumbre a la convivencia social, al proyecto de vida de cada uno.
Para lograrlo se requiere conocer en profundidad la realidad actual, la de una época difícil y conflictiva, marcada por la división y el descontento generalizado debido a las hondas brechas de desigualdad y exclusión que no hemos podido cerrar; también debemos tener conciencia de que no podemos cambiarlo todo de una vez, por lo que bien vale la pena hacer un ejercicio valorativo sobre lo urgente y lo posible, para actuar sin más dilación ni equívoco.
Muchos de los problemas aquí evidenciados aquejan no solo a la sociedad ecuatoriana, sino también a las de otros países; si el descontento es generalizado, la protesta también lo será, podría ser potente, con mucha violencia. El cansancio y el hartazgo son notorios, ambos requieren respuestas francas de políticos y gobernantes. Los retos de 2020 no son pocos ni simples.
Texto publicado en El Telégrafo.