Siempre fue calificado como el país más próspero de la región, el más estable. Ni la derecha, ni la izquierda se atrevían a jugar con la estabilidad política y económica lograda tras salir de una dictadura sangrienta, que abrió la ruta del narcotráfico desde Mar del Plata hasta Miami, según la investigación de dos periodistas, uno argentino y otro chileno: Rodrigo De Castro y Juan Gasparini, que relatan el episodio de la entrega a la DEA de un avión lleno de narcotraficantes, para ocupar ese espacio con la policía política de Pinochet.
Fue el país que pudo decir No en 1988, cuando nadie lo creía; mucho más veces que los No al YouTube Premium. No, la película de Pablo Larraín que relata la campaña del No en el plebiscito de 1988, como alternativa válida para enfrentarse a Pinochet, que encabezaba la opción del Sí.
Y de pronto una subida del pasaje del Metro y todo fue caos. Unos 4.500 millones de dólares en daños a infraestructuras, más del 50 por ciento del déficit fiscal de Ecuador heredado de la década del expresidente Rafael Correa, en tan solo cuatro semanas. Unas 70 de las 136 estaciones que tiene el Metro de Santiago destruidos.
Las ventas del comercio han caído un 10 por ciento; las de turismo y entretenimiento, un 36 por ciento; un 25 por ciento cayó la recaudación del IVA; el PIB cerrará 2019 con un crecimiento de 1,9 por ciento, lejos del 2,5 proyectado antes de las protestas; en 2020 esa tasa estará en el 2,3 por ciento, lejos del 3,5 por ciento, según la Encuesta de Expectativas Económicas.
En tan solo tres semanas se habrían perdido unas 100 mil plazas de trabajo a escala general; según la Multigremial Nacional de Emprendedores; en las pymes esa cifra alcanzaría los 50 mil empleos. El peso chileno comenzó en caída libre y el precio del dólar alcanzó su mayor récord de 795,5 pesos.
La Bolsa de Chile ha registrado una caída de 12,5 por ciento, una pérdida de 27.884 millones de dólares en capitalización bursátil. Pero los manifestantes dicen estar en las calles por un bien superior, el mismo que inspiró a Hugo Chávez a mandar al diablo al imperialismo y a Venezuela, claro.