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Los señores de la guerra

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Fue una mala noticia para la región, pero previsible. Previsible desde que Santrich fue detectado intentando enviar droga a Estados Unidos. Fue uno de los excomandantes de las FARC protagonistas de las negociaciones de La Habana para el fin del conflicto armado que creía garantizado un estado de impunidad. Y en cierta forma lo tuvo, pero finalmente decidió no arriesgar nada y volver a las amenazas alentado por el régimen chavista.

Seuxis Paucias Hernández Solarte estuvo 25 años en la exguerrilla; perdió la vista hace una década debido a una enfermedad degenerativa que se le detectó desde la juventud. Una vez firmado el pacto de desarme a finales de 2016, Santrich se sometió a la Justicia Especial Para la Paz (JEP), un tribunal especial para juzgar los delitos cometidos durante el conflicto armado.

Ese régimen especial otorga penas reducidas y garantía de no extradición a militares, guerrilleros y otros involucrados en la guerra de cinco décadas que protagonizaron el Estado colombiano y las FARC. Pero cualquier otro delito cometido después de la fecha de la firma (primero de noviembre de 2016) debe pasar directamente a la justicia ordinaria.

Con ese argumento Santrich fue detenido por la Fiscalía en abril de 2018, acusado de intentar enviar cocaína entre 2017 y 2018, por lo que no podía gozar de ningún fuero especial y su extradición era procedente. Santrich tenía tal relevancia que, tras esa detención en 2018, otros excomandantes amenazaron romper el tratado de paz si se llegaba a consumar su entrega a Estados Unidos.

Tras un tira y afloje con la Fiscalía, que incluyó una fugaz liberación de prisión y su recaptura apenas unos minutos después debido a una segunda acusación por narcotráfico, la Corte Suprema reconoció su condición de congresista y dispuso su liberación. Igual desapareció, al parecer el lema de Pablo Escobar sigue vigente entre sus herederos: es preferible una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos.

Junto a Santrich apareció Iván Márquez, quien desde las negociaciones de paz en La Habana fue una de las piedras en el zapato del proceso. En repetidas oportunidades amenazó con abandonar la mesa y cuando el Gobierno le concedió un escaño para que se sentara en el Senado de la República y legislará en Colombia, no se posesionó. Al contrario, huyó a la selva y desapareció.

Lo más felices con este anuncio de la disidencia de las FARC no son los oprimidos a los que dicen representar, peor aún el pueblo llano de Colombia cansado de una guerra cruel de 50 años, una guerra en que las FARC no respetaron nada: secuestraron y sacrificaron pueblos enteros, pretendieron internacionalizar su guerra con el control de zonas en territorio ecuatoriano, su zona de descanso. Los más felices son los señores del narcotráfico, a los que seguramente les darán seguridad, como lo hacía alias Guacho en un corredor que comprometía a Ecuador.

¿Cuál será el futuro de estos anuncios? Difícil saber qué tanto daño podrán causar sobre todo con el apoyo que al parecer tienen del régimen chavista, porque todo este lanzamiento de las disidencias se habría santificado en una zona limítrofe entre Colombia y Venezuela. Con Óscar Montero, alias El Paisa, considerado el Bin Laden colombiano, y Aldinever Morantes alias Romaña, quien se encargaría de manejar toda la estructura militar.

Las FARC, las que mantienen el acuerdo, ahora más que nunca están en la obligación de solemnizar su compromiso con la paz. Una paz que necesita ser fortalecida.

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