Son quienes en lugar de argumentos utilizan insultos, violencia y demagogia, les apesta la democracia y tienen mucho que aprender de las voces valientes que les enfrenta con razones. Ese fue más o menos el discurso de la expresidenta de la Asamblea, Gabriela Rivadeneira, en el juicio político en el que fueron censurados y destituidos José Tuárez, Walter Gómez, Victoria Desintonio y Rosa Chalá.
Gabriela Rivadeneira, curiosamente, no hablaba de ella ni de sus coidearios que hicieron y siguen haciendo lo que supuestamente critica. No hablaba de ella, de cuando fue en una marcha ridícula, abrazada con sus correligionarios, protegidos con todo un aparato de represión, a la Corte Constitucional donde solo se hacía lo que el expresidente Rafael Correa ordenaba. No hablaba de sus burlas a quienes protestaban contra Correa. No hablaba de cuándo hacía callar o quitaba el micrófono cuando algún asambleísta alzaba la voz contra el correísmo.
Gabriela Rivadeneira y sus correligionarios ahora hablan de dictadura por un juicio político propiciado por el expresidente Correa, porque en toda su arrogancia creyó que con el control de la mayoría en un Consejo deslegitimado en su mismo mandato -porque fue capaz de poner autoridades de control sumisas y ahora prófugos de la justicia-, iba a recuperar el poder o liberar a Jorge Glas, sentenciado por asociación ilícita en la trama de sobornos montada por la constructora brasileña Odebrect en Ecuador. ¿Glas ya enjuició a su tío que recibía a su nombre maletas con dinero en un suite de un hotel de Quito?
La salida de un Estado tipo dictatorial montada por el expresidente Correa no ha sido un camino fácil, pero sin duda la arrogancia del exmandatario refugiado en Bélgica ha facilitado las cosas. Su última movida en el Consejo de Participación desnudó sus intenciones, era dios hablando al oído del señor Tuárez para decirle que necesitaba convocar a una Asamblea Constiutyente, de preferencia tipo venezolana o chavista, bajo el control de un personaje como Diosdado Cabello, que candidatos con ese perfil hay muchos en el correísmo.
El exmandatario todavía sueña con pescar a río revuelto para recuperar el poder y librar a sus amigos de las acusaciones de corrupción, más todavía con el aparente retorno del kirchnerismo en Argentina. Tal vez olvida el expresidente la vez que Alberto Fernández salió del gabinete de Cristina Kirchner dando un portazo y acusándola de corrupta y de tener aires de grandeza insoportables.
Se podrá criticar muchas cosas de este gobierno, pero no su voluntad por enterrar sueños faraónicos de personas que soñaban ser los Putin de América Latina. Los cuatro consejeros destituidos solo pueden señalar un culpable de su desgracia. Está en Bélgica. Él ya no decide en la política, tampoco decide quién es bueno ni malo, ni puede sentenciar o absolver en sus sabatinas del Facebook ruso. Ellos son los verdaderos fósiles de la política.