Pues mucho. No hay Superintendencia de Comunicación redactando primeras páginas de los periódicos ni burócratas paseando su poder por las calles de Quito, con sirenas para anunciar que todos deben detenerse. Como los conductores que pitan en un paso peatonal para advertir al peatón que su carro tiene preferencia y es mejor que se detenga para evitar una tragedia. Tampoco hay un Consejo de Participación dispuesto a calificar 100 sobre 100 a personajes que ahora son prófugos de la justicia.
No hay una tarima levantada ad infinitum en la Plaza de la Independencia para oír voces chillonas que cantan loas a líderes de dudosa reputación, en palabras de Arjona, para que pueda ser entendible la referencia. Tampoco hay voces en off para, a lo Laura Bozo, declarar Mentira comprobada, con el sello de la Secom. No hay defensas apasionadas de empresas como Odebrecht a la que un exvicepresidente, hoy sentenciado solo por asociación ilícita, recomendaba enjuiciar a los medios que informaban sobre presuntas, solo presuntas irregularidades.
No hay loas a Néstor Kirchner, ni al dictador de Bielorrusia; no hay cumbres antisemitas financiadas con dineros públicos; no hay agencias espaciales que lanzan satélites para el olvido con ceremonias tipo NASA. No hay planes Familia. No hay órdenes de silencio a asambleístas por opinar distinto a la moral de un jefe investido supuestamente con todos los poderes de Estado. No hay desfiles que dejan un olor a bosta.
Y sin duda faltará mucho. El expresidente Rafael Correa desde el 23 de mayo ha estado muy activo hasta la madrugada del 24 de mayo en la redes sociales para hablar sobre las promesas de campaña incumplidas, pero ¿de quién eran las promesas? ¿Quién manejo la campaña electoral? ¿Dónde quedó el dinero para cumplir las promesas que tan alegremente se hacía en el gobierno de la anterior década y que nunca se cumplieron?
Hasta ahora el correísmo no ha explicado por qué su aparato de propaganda prometió tanto si sabía que no tenía dinero para cumplir. Si sabía que solo iba a dejar deudas a su sucesor.